jueves, abril 21, 2005

Recado desde La Opinión

Mucho tiempo ha pasado desde el último recado largo y muchas, muchas cosas hay para contar. Algunas de ellas se las contaré a través de mi experiencia en La Opinión, y por considerar que les pueda interesar tener la información completa de las historias, debajo de cada una he puesto el link a la nota publicada, por si quieren leerla en algún momento de su vida.
Como se imaginarán son muchas, muchas las historias que quiero compartir con ustedes. En este mensaje van tres; en días posteriores les iré enviando algunas otras, que espero no les agobien y que en algún momento les hagan un guiño para detenerse a leerlas.

La Opinión
He tenido la maravillosa oportunidad de entrar a este lugar en donde he reafirmado mi vocación y he redescubierto la labor social del periodismo, a veces tan olvidada en nuestro país. La Opinión es un periódico fundado a principios del siglo pasado por un visionario migrante mexicano, Don Ignacio Lozano. La historia es bonita porque durante los periodos en los que el régimen impedía la libertad de expresión el periódico se convirtió en una tribuna para la exposición de ideas progresistas y tuvo entre sus páginas a las plumas disidentes del gobierno mexicano primero, y de otros países después.

Hoy en día La Opinión es el referente obligado de la comunidad latina, porque es prácticamente el único medio nacional en español que aborda asuntos de migración, servicios a la comunidad latina, política y sociedad mexicana y latinoamericana y difusión de información comunitaria de manera seria. En la medida en que la comunidad latina ha ido creciendo en número, el peso del periódico se ha vuelto mayor. Justo ahora está teniendo lugar la campaña por la alcaldía de la ciudad, de la que hablaré más adelante; absolutamente todos los candidatos monitorean y desean acercarse a La Opinión, conociendo su influencia sobre la comunidad latina, y el peso que ésta, a su vez, tiene en el resultado electoral.

Pero lo que me ha parecido sensacional es su política de puertas abiertas. Nunca me había tocado ver que la gente fuera a la oficina de un periódico a exponer su problema, y menos que se le recibiera, se le escuchara y se cubriera su caso. El otro día llegaron tres viejitos ex braceros, de esos a los que el gobierno mexicano les deberá pagar una compensación económica en breve, casi desarmándose, con un montón de papeles y documentos. Se les recibió, se les hizo una entrevista, se recibió la documentación y al día siguiente la nota estaba publicada. Integrantes de la comunidad salvadoreña, guatemalteca, hondureña, nicaragüense, saben que si tienen una bronca, acuden a La Opinión y ahí se hace todo lo posible por apoyarlos. Y al mismo tiempo, se hace la cobertura del nivel correspondiente a la agenda política local, estatal y nacional. Así que un día me toca ir a cubrir una procesión del santo patrón de Guatemala; un día después, la campaña del candidato a la alcaldía de la comunidad negra, y más tarde la cumbre de Fox y Bush en Texas.

He tenido experiencias muy intensas, unas muy lindas, otras muy fuertes, todas de gran enseñanza. Abusando de su paciencia y sus ojos, me permito compartir con ustedes algunas de ellas, contándoles un poquito lo que viví en cada una; al terminar les pondré el link para ir a la nota publicada de la historia, por si le quieren echar un ojo a alguna que les interese.

LAS HISTORIAS
Novatada
En el que fue mi primer día de trabajo el destino me tenía preparada una novatada agridulce. Me pidieron que llamara temprano al jefe de asignaciones para que me dijera qué me tocaba cubrir. Cuando me contesta, me dice: "En el Consulado de México hay un tipo que entró con un arma a tomar rehenes; lánzate a ver qué encuentras". Bueno, debo empezar por decir que en esta ciudad nunca pasa NADA, así que me quedé muy sorprendida, 1) de que estuviera ocurriendo eso justo en mi primer día de trabajo, y 2) que me lo asignaran a mí. Pero como soy bien obediente, pues que voy y que resulta cierto. Un joven mexicano, inmigrante indocumentado, que al parecer durante toda su vida fue un chico sin problemas, sensible, interesado por la poesía y la filosofía, idealista y simpatizante de la izquierda, decidió manifestar su indignación en contra del sistema amagando a una de las empleadas burócratas y endemoniadamente déspotas que hay en esta oficina del gobierno mexicano, como en todas las que ya conocemos. El tipo salió del Consulado apuntándole con el arma, que por cierto era de salva, y en ese momento la policía le disparó un tiro en la cabeza y lo dejó malherido.

Cuando llegué al Consulado el área estaba acordonada, yo no tenía identificación de prensa, no conocía a las autoridades competentes y ahí estaban TODOS (acuérdense que aquí nunca pasa nada, así que cuando pasa, van todos): el alcalde, el procurador, el jefe de la policía, la policía en pleno, los bomberos, el FBI, SWAT!!! (yo pensaba que sólo existían en las películas, pero cuando llegó el comando de SWAT se vio chidísimo), la Cruz Roja, los paramédicos y un montón de chismosos, todos latinos. Pero Manuel, el joven mexicano, ya había sido retirado.

Ese día publiqué una crónica de lo que vi afuera; la información oficial la cubrió otra reportera. Llegué a la redacción a presentarme con mis nuevos jefes y mis compañeros trayendo la nota del día. Mi crónica gustó y se fue a la primera plana. Al día siguiente, a lo largo del día, varias personas se acercaron en distintos momentos para felicitarme por la nota, y para presentarse al mismo tiempo. La gente del consulado me habló por teléfono. Ese día, el segundo de trabajo ahí, me enviaron a la calle donde vivía el tipo, para ver si hablando con los vecinos podía construir un perfil de él, con tan buena suerte que me encontré a su tío, me lo eché a la bolsa y logré que me dejara entrar a su casa, a su recámara. Manuel tenía 19 años, y lo que vi en su cuarto fue lo correspondiente a un joven común y corriente, idealista tal vez, interesado por el mundo. Salí de la casa y me dirigí a la oficina pensando incluso en mi propio hijo, dos años más chico que él. Cuando llegué al periódico recibí la noticia de que Manuel acababa de morir; el mismo joven en cuyo cuarto acababa de estar. Mientras las televisoras lo satanizaban, lo presentaban como un loco o un delincuente, yo no pude hacer eso y narré lo que vi: el perfil de un joven que en un momento desafortunado eligió una vía errónea para luchar por lo que creía correcto.

La nota, nuevamente gustó y algunas personas, entre otros los familiares del joven, sintieron que el enfoque de la nota fue justo. Por eso utilizo la palabra "agridulce": entre la amargura de una vida perdida inútilmente, creo entré a La Opinión con el pie derecho.

Margarita
Me enviaron a entrevistar a una niña salvadoreña recién llegada. Bueno, cuando digo niña tal vez piensen en una de cinco, de siete años. Margarita tiene 17, pero cuando durante tres semanas caminas y caminas, y tienes que cruzar tú sola tres fronteras de manera ilegal, pagar a los polleros, ser robada y atravesar un desierto congelado, sin agua, sin comida, sin cobijas, viendo morir al que camina junto a ti, todo para alcanzar a tu madre y ayudarle a enviar dólares al resto de la familia, no hay edad que te haga lo suficientemente fuerte. Pero Margarita lo es, como tantos y tantos migrantes indocumentados. Si nuestros migrantes mexicanos tienen estas historias duras que todos conocemos, imaginen las de aquéllos que vienen de dos y tres países más al sur, tres veces más lejos y tres veces más pobres. Cuando salió de Sonora, el grupo en el que venía esta chica estaba formado por 70 personas; cuando llegó a Arizona, sólo iban cinco.

La historia de Margarita:
http://www.laopinion.com/ciudad/?rkey=00041209181800804637

Los de siempre
Esta es de esas notas con las que no sabes si reírte o ponerte a llorar. Resulta que un día, en pleno inicio de año, habla un fulano con la editora de la sección Latinoamérica. "No, pues fíjese que soy un diputado mexicano y vamos a abrir una representación de la Cámara de Diputados en Los Ángeles para apoyar a los migrantes, y que no sé qué y que no sé cuánto. Y me interesa tener una entrevista con La Opinión para que sepan qué vamos a hacer y para invitarlos a la inauguración". La editora, una chica mexicana, me comentó y me dio el nombre del "diputado", un fulano de apellido López Portillo, quien no le quiso decir de qué partido era "porque eso es lo de menos; lo importante es que vamos a apoyar a nuestros compatriotas migrantes". "Oye, pues eso está raro", le dije yo, y acto seguido me metí a mi muy conocida página de la Cámara de Diputados para buscar al fulano, que por supuesto, no era tal.

El día de la reunión no pude estar en la oficina porque era mi día de descanso, Memo estaba aquí y andábamos buscando una capilla para casarnos. Los tipos fueron a la reunión y se chorearon a la editora, el tal López Portillo y un fulano de nombre Francisco Guízar, ese sí diputado, que resultó ser... ¿adivinan? Pues sí, del PRI. El caso es que dejaron la invitación para la inauguración, y por supuesto pedí que se me asignara la nota. Unas horas antes del numerito le hablé a TODOS mis contactos en la Cámara; nadie sabía nada. La presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, una panista, se puso como león cuando platiqué con ella, y entre otras cosas me dijo: "Mire, una representación de la Cámara en Los Ángeles, con el voto en el extranjero en puerta (porque en ese entonces la discusión estaba en su apogeo), es una cosa enorme. ¿No cree usted que yo sería la primera en estar ahí? ¿Cree usted que Manlio [Fabio Beltrones], siendo el presidente de la Cámara, iba a dejar que alguien más fuera en su lugar?".

En la tal inauguración, y en una "mesa de trabajo" un día después, sólo había tres monos del PRI; el tal Guízar consiguió jinetear una lana para rentar un localito de 2x2 en un mercado, y cuando dizque inauguró su "oficina", apenas estaban pintando el local. Cuando le dije todo lo que me habían dicho en la Cámara nunca me pudo dar una respuesta razonable; el tal López Portillo, quien resultó ser un escuincle que funge como achichincle, me quiso dorar la píldora explicándome los procedimientos legales y de aprobación de presupuesto interno de la Cámara... A MÍ!!!!! ¡Imagínense, el tipo queriendo venderle chiles a La Costeña! Pero estos ya habían ido a marear hasta al Concejo de la Ciudad (que son como los diputados locales), y los muy babas de los concejales hasta les iban a entregar un reconocimiento a nombre de la ciudad y toda la cosa. A nadie se le ocurrió verificar que éstos trajeran una representación real; los "diputados" traían papel membretado de la Cámara, una carta hechiza, y explicaron la ausencia de otros diputados de otros partidos diciendo que la Cámara estaba en sesiones y que había una discusión muy importante, por lo que no se podían ausentar. Pero ¿saben qué? Que la Cámara está en receso en enero.

Para abreviar: publiqué la nota con los desmentidos de la Cámara en México; los concejales la leyeron y cancelaron la entrega del reconocimiento; al día siguiente Relaciones Exteriores envió un comunicado negando cualquier representación oficial del Congreso Mexicano en el extranjero y acusando al responsable de estar violando los tratados de Viena, y los fulanos se tuvieron que ir de regreso a su casa. Curiosamente en México nadie se quiso enterar, aunque yo hablé directamente con la gente de los partidos; sólo La Jornada, en una nota, retomó parte de la información de la nuestra.

Lamentablemente no tengo el link de la nota del día de la inauguración, pero sí otros cuatro: la de un día después, con la reacción de SRE, y la de una semana después, cuando la tal oficina no era más que un cuarto vacío; la columna de la editora de Latinoamerica, y una columna que publicó mi editora, Pilar Marrero, al respecto.
Tengo en una lista mental varias historias más, que les haré llegar en posteriores recados. En tanto, un abrazo.