martes, julio 29, 2008

Recado treinta y ocho

Cuando tenía como 15 años algunas de mis amigas se empezaron a pintar el pelo: se hacían rayitos güeros, o rositas, o rojos (eran los ochentas, por dios; tengan piedad). Yo tenía el gusanito de entrarle al tinte, pero mi mamá me tiró el rollo correspondiente: no te maltrates el pelo ahorita; el día que te salgan canas tal vez vas a pintártelo por necesidad; aprovecha ahora que tienes un color natural tan bonito, etcétera materno.

Muy obediente yo, me aguanté las ganas. Llegaron mis veintes y las canas no, y yo seguí por la vida con mi color natural. Cumplí treinta, mi pelo como si nada. Ya para entonces decidí no esperarlas: me lo pinté de rojo, luego de negro, luego de rojo otra vez, y luego lo regresé a mi color, castaño; ahí me quedé los últimos años, hasta que un día viéndome al espejo a finales de junio pasado, descubrí una cana. Aterrada la ignoré. Al día siguiente encontré otra y emití el veredicto: Dios mío, tengo canas.

No sabía si contarle a mi marido. Pensé que a partir de ese momento iba a sentir que estaba casado con una ruca horrenda, nonono, ni permitirlo. Cuando por fin lo pude soltar –y gracias al maravilloso messenger-, se lo conté a la Concharra, mi carnala que a veces también la gira de mi conciencia. Su respuesta fue: acéptalas con cariño.

La frase de la Concha es bien bonita. No sólo aceptarlas, sino aceptarlas con cariño: reconocer en la madurez del cuerpo el proceso de madurez por el que atraviesa el alma, el espíritu, el cerebro, uno como persona, pues. Desde hace unos días pienso en mis años anteriores: en mi infancia que no recuerdo tan gozosamente como otras personas; en mi adolescencia envuelta en la falda tableada del colegio de monjas donde estudiaba; en mi súbita entrada al mundo adulto, cuando me convertí en mamá siendo muy joven; en mi universidad, mis amigos, en las fiestas, en mi oficio, el mejor del mundo; en la búsqueda de mi identidad y en el andar sin fin de mi cerebro que no para, no para nunca. Pensé que todos esos momentos, llenos de amigos (mis maravillosas amigas, por supuesto), novios, empleos, libros, música, comida, viajes y lugares acumulados por años, me han hecho ser quien soy, en el lugar en el que estoy y con quienes elegí estar; y no podría estar mejor.

Ándale; así que es por eso que uno tiene que aceptar sus canas con cariño, ¿ah? (aunque por el momento sólo sean dos, que conste): porque son el testimonio de una vida tan bien vivida, que a veces siento que no me la merezco.

Hoy cumplo treinta y ocho años. 
(38, como la pistolota).

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¿Busca usted más chisme? Déle por aca:
Recado treinta y siete
Recado treinta y seis

domingo, julio 27, 2008

Recado que no usa papel ni plástico

Un gran asunto el de las bolsas de plástico.
Los que tengan más de treinta años y en su infancia hayan vivido en México, segurito se acordarán de esas bolsas que daban en las tiendas Aurrerá, con el logo de los piquitos rojos y las caritas felices de una familia feliz: una mamá, un papá y dos chamacos, niño y niña, por supuesto. ¿Se acuerdan?
El asunto viene a colación porque recuerdo que en Aurrerá te daban la opción de las bolsas de papel o de plástico. Las de papel, un papel grueso, con fondo cuadradito, eran padrísimas, parecían de cartón; las de plástico eran así como para cosas chiquitas, y no eran tan populares. Pero paulatinamente la gente se empezó a acostumbrar a usarlas, y de pronto las de papel desaparecieron. Nos empezamos a llenar entonces de bolsas y bolsas y bolsas de plástico, por todos lados, para todo: horrendas bolsas de plástico que tardan mil años en biodegradarse, que se quedan atoradas en los árboles, que se van a los ríos y a los lagos y acaban en el cuello de alguna foca o en el estómago de una tortuga que, obvio, muere un poco después.

Hace unos días Eliesheva –a quien no le pongo link porque aún no abre un blog, no sé que espera- me mandó una correo electrónico con algunas fotos que ilustran perfectamente el asunto:







(las fotos son cortesía de algunas agencias y organizaciones ambientalistas para Modbury)

De acuerdo con el grupo Planet Ark, cerca de 100 mil animales marinos mueren cada año a causa de una bolsa de plástico. ¿La razón? En el mundo se consume aproximadamente un billón de bolsas de plástico al año. Si, billón con “b”; o sea, un millón de millones; para la producción de esta cantidad de bolsas se requiere de 120 millones de barriles de petróleo. El asunto no sería tan grave si todo el mundo reciclara las bolsas; el problema es que en Estados Unidos apenas el 5% de esas bolsas se reciclan, y a nivel mundial, menos del 1%. Todas las demás andan dando vueltas por ahí y seguirán aquí dentro de varios siglos más.

A finales de los años noventa inició una fuerte campaña en contra de las bolsas de plástico y algunas ciudades empezaron a ceder. En Estados Unidos, San Francisco fue la primera ciudad en legislar sobre este asunto, pero la iniciativa tiene su origen en un modelo creado en Irlanda, el “plas tax” que carga 20 centavos de dólar por cada bolsa de plástico y que entró en operación en 2002. Con ello, el uso de bolsas de plástico cayó en un 90%, lo cual derivó en el ahorro para el gobierno de millones de dólares en programas de reciclaje. En Australia cerca del 90% de los dueños de tiendas han acordado de manera voluntaria participar en el programa de reducción del uso de bolsas plásticas del gobierno. Algunos supermercados ya le han entrado al asunto con excelentes resultados. La cadena Ikea, que tiene tiendas en 37 países, implantó hace un año una política en este sentido en sus tiendas: si quieres una bolsa, pagas por ella: cinco centavos de dólar por las “desechables” o 50 centavos por una bolsa como de yute, grandotota, reciclable. En un año lograron reducir en 95% el consumo de bolsas de plástico.

En California la cadena de supermercados Ralphs tiene desde hace varios años una política parecida. Cuando llegas a la caja te ofrecen una bolsa, puedes elegir papel o plástico. Si al volver a la tienda llevas una de sus bolsas para reutilizarla, te reembolsan tres centavos de dólar por la de plástico y cinco por la de papel; te pagan también cinco centavos por cualquier otra bolsa que lleves para no usar una nueva. Sí, ellos te pagan a ti por llevar tus propias bolsas.

En este contexto, el martes pasado Los Ángeles me hizo sentir muy orgullosa sumándose a las ciudades que han impuesto una prohibición al uso de bolsas de plástico en los supermercados. A partir de julio del 2010 los clientes deberán llevar sus propias bolsas de tela, o bien pagar 25 centavos por una bolsa de papel o una bolsa biodegradable, que las tiendas deberán poner a su disposición.

Lo insólito es que ante este avance la industria ha contraatacado. La Asociación de Supermercados de California (CGA) argumenta que este tipo de legislaciones, en vez de fomentar la cultura del reciclaje, sólo castigan al consumidor por tener éste que pagar por más por las bolsas. Otro de los argumentos es que la gente regresará al uso de bolsas de papel, para cuya fabricación se requiere de cuatro veces más energía que para fabricar bolsas de plástico, y que son más caras –el costo promedio de producción de una bolsa de plástico es de un centavo de dólar; el de una bolsa de papel, cinco centavos, y el de una bolsa biodegradable de composta, 10 centavos. Además de eso, la CGA asegura que la industria de bolsas biodegradables no tendrá capacidad para fabricarlas al ritmo que serán requeridas.

Pero la realidad es que estas bolsas ya las estamos pagando. Cuando una tienda nos “regala” bolsas de plástico, ese costo viene diferido en los precios de los productos que compramos. Y no sólo eso: cada vez que un gobierno tiene que implementar un programa de limpia de drenaje, de manejo de basura, de limpieza de ríos, lo hace con nuestros impuestos. Sin saberlo, cada bolsa de plástico nos está saliendo indeciblemente cara.

Yo la última vez que fui a la hermosa Ciudad de México (hace mucho, snif, snif, no me toquen ese son) me compré dos bolsotas de mandado enormes, de colores bien mexicanotes, que son la envidia de todas las güeras gabachas que de pronto se quieren poner etnies.
¿Qué tal que todos nos compramos unas de esas y nos las llevamos al Aurrerá? (Cierto: ahora se llama Wal-Mart). Aprovechen que ustedes las tienen ahí cerquita, anden: ni papel ni plástico; un granito de arena y ya.

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Por cierto, mi queridísima Charra Frijolera hizo un post que gira sobre el tema. Ya saben qué hacer AQUÍ.

domingo, julio 20, 2008

Recado de cómo la Chilangelina se convirtió en una Rockstar Mom

1- La cosa empezó a finales de los ochenta, cuando se me ocurrió parir un chamaco aún siendo una dulce chamaquita yo misma. El chamaco creció lleno de disfuncionalidades, obvio, pero también de un montón de cosas buenas, entre ellas mucha música. Quiero creer que en algo influyó el hecho de que su irresponsable madre lo trajera rodando de salón en salón en la universidad, de microbús en microbús durante la semana y de evento callejero en evento callejero los fines de semana, porque pues la pobreza era canija; el chamaco acabó rodeado de amistades de dudosa reputación pero dispuestos a rolar sus archivos musicales, y desarrolló el bicho ese que hace que uno empiece a mover los pies y a golpetear la mesa, o la silla, o en las piernas cuando escucha tres notas melódicas juntas. Cuando cumplió diez años pidió de regalo una guitarra, y cuando cumplió catorce un bajo.

2- Veinte años antes, esto es, finales de los sesenta, un antro abría sus puertas en West Hollywood, tal vez sin sospechar que por su escenario pasarían Jimi Hendrix, The Who, Cream, Led Zeppelin, The Ramones, Mötley Crüe, sólo por mencionar a algunos; The Doors sería el grupo de casa por algún tiempo. El antro: el Whisky a Go Go.

3- Cuarenta años y un piquito después, esto es, a principios de julio de 2008, un grupo de nombre Deep Blue Dream fue programado para tocar en el Whisky a Go Go. Y mire usted, qué cosas: el chamaco mencionado en el punto número uno es el bajista de Deep Blue Dream.


4- La noche empezó bastante antes de que yo llegara al antro, obvio. Cuando llegué me topé con un lugar más chiquito de lo que me esperaba, con un montón de metaleros por todas partes, con una chela cara y aguada y con fotos de todas las bandas que he admirado en la vida colgadas en la pared. Todos los que trabajan ahí usan tapones en los oídos, supongo que para conservar la salud auditiva y mental. Una rubia cuarentona que atiende en la barra segurito que no ha tenido un orgasmo en los últimos 17 años. La banda que acababa de tocar se estaba yendo y la que venía estaba montando su numerito.

Después de gruñir no sé qué cosa en el micrófono, les dio por tocar. Yo no soy merolera por ti seré, pensaba yo cuando empezaron el “jedbangin” y los madrazos, pero pues la verdad es que no es lo mío. Pensé en robarle los tapones de oídos a la anorgásmica. Una tipa parada adelante de mí jedbangueaba con tal fuerza que me llegaba de zopetón el aroma a manzanilla y siete hierbas de su champú. Todos los integrantes del grupo sufrían enormemente, y el vocalista estaba endiabladamente enojado y gritaba con furia. Tres de ellos necesitaban con urgencia un poco del champú de la jedbanguera.

Tocó otro grupo, éste más enojado que el anterior, con peor sonido y con un vocalista divosexual. Soporté estoica y llegó mi recompensa cuando salieron estos muchachos:

(Las fotos son muy malas porque la cámara de mi celular es bien chafita, pero mire usted, el chico de playera negra es el chamaco en cuestión)


Y sonaron así:

Fueron el último grupo y muchos de los meroleros se fueron a seguir sufriendo con el grupo del divosexual; los que nos quedamos nos la pasamos bastante bien; gritamos, aplaudimos, seguimos bebiendo y hasta la anorgásmica se veía de mejor humor. Terminaron de tocar, se tomaron una foto y yo sentí que mi paso por la vida estaba justificado.

jueves, julio 10, 2008

Recado misceláneo medio amargadón

1- Muchas, muchas gracias por sus comentarios del recado anterior. Xerófilo y otros más dijeron que sólo había servido para ponerlos tristes; yo creo que es bueno hacer memoria, no olvidar lo que pasó, pero sobre todo no olvidar cómo nos sentimos cuando pasó. Son los sentimientos, no las ideas, lo que nos motiva a actuar.

2- ¿Se acuerdan del genial comentario de Enrico en el Recado de George, donde les conté del rastreo de billetes de un dólar? El comentario fue este:


Pues resulta que ahora alguien ya se pirateó la idea y echó a andar la página www.ontabenito.com. Lo que me alucina es que hayan puesto hasta abajo la leyenda “Todos los Derechos Reservados 2007 - 2008”. Yo, sinceramente, no creo que se les haya ocurrido EXACTAMENTE la misma idea hace un año. La verdad es que les quedó chido, pero hubiera sido más honesto decir “nos gustó tu idea y la desarrollamos”. ¿O ustedes qué creen? ¿De verdad será que hace un año alguien supo del proyecto Where’s George e inmediatamente le vino a la mente una frase que sólo puede ser autoría del peculiar sentido del humor del Enrico?
Pero igual el tipo –Enrico, no el pirata- es tan generoso, que cuando se entera sólo comenta: “Órale, pues que chido que alguien la haya hecho”. No cabe duda, aquí la única amargada soy yo.

3- Y hablando de amargadeces: le cortaron la cabeza a Joel Ortega. Desde mi punto de vista, Ortega ha sido el mejor jefe de policía que ha tenido el DeFe. Sin embargo era una decisión que tenía que tomarse, políticamente, responsablemente y por simple sentido común. Algo sale mal en la dependencia a tu cargo, eres responsable; punto. La pregunta es: ¿por qué el mismo sentido común no se ha aplicado en otros casos? ¿Por qué siguen en sus cargos Mario Marín, Ulises Ruiz, Fidel Herrera, Guillermo Galván, Patricia Espinosa, Eduardo Medina-Mora, García Luna, Patricio Patrón Laviada, inserte aquí un largo etcétera?

4- Revista Cosmopolitan vista desde la absoluta acidez:

Vía HECF

5- Pero no todo es amargura: en un gesto de dulzura y apapacho, Triquis y Bandala me dieron este premiecín:

Y pues así a quién no se le pasa el enojo.

Próximamente: De cómo la Chilangelina se convirtió en una rockstar mom.

miércoles, julio 02, 2008

Recado de usted

Este blog lleva mucho tiempo hablando en primera persona y estamos un poco hartos de eso. Por ese motivo hoy 2 de julio, aniversario de la tristemente célebre elección de 2006, lo invito a usted, amable lector mexicano, a que me cuente:

1-¿Qué hizo usted hace dos años? ¿Fue a votar? ¿Esperó ansioso los resultados pegado a la pantalla de la tele? ¿Le rompieron el corazón?

2- En este tiempo, ¿ha cambiado su percepción de lo ocurrido? ¿Ha descubierto algo nuevo sobre su país? ¿Ha descubierto algo que ignoraba sobre usted mismo?

3- Cuando alguien menciona la elección del 2 de julio de 2006, ¿cuál es el primer sentimiento que le cae en la panza o en el corazón?

Y si usted es un lector no-mexicano, por favor cuéntenos: La gente de su país, ¿llora, o se muere de risa cuando ve la tragicomedia mexicana?