martes, septiembre 06, 2005

Recado de La Catrina


En español así es como le diríamos; la "K" solo aplica cuando se está hablando en gringo. Pero el caso es que el huracán Katrina, el nombre más sonado por acá en los últimos días, inevitablemente me remitió al famosísimo grabado de José Guadalupe Posada, del mismo nombre, pero con "C": una calaca mexicana con un sombrero afrancesado.

La Catrina con "K" llegó al afrancesado Nueva Orleans, así, toda muerte. No sé cuánto se sepa fuera de Estados Unidos, ni desde cuándo. En México, estamos acostumbrados a oír los nombres de huracanes fuertes, dos o tres veces al año, en nuestro propio territorio o cerquita, en el Caribe. Las imágenes de pueblos inundados nos son comunes, la gente llorando por lo perdido, pidiendo ayuda. Así que, aunque he visto que han puesto alguna atención los noticieros, sobre todo los de radio, y algunas columnas en periódicos criticando a Bush, pues decidí escribir un poquito para echarle más leña al fuego; tal vez con la esperanza de que alguien con estas líneas encontrará una perspectiva más cercana de un problema que, seguramente, desde allá se debe ver muy lejos.

Esta tragedia, la del huracán Katrina, específicamente en Nueva Orleans, es igual y diferente. Es igual porque los afectados son los pobres, que en este país significa los negros. Sí, aunque algunos no lo sepan o no lo crean –incluido el presidente Fox, que diplomáticamente dice que los mexicanos hacen trabajos que "ni los negros quieren", como si económicamente los negros estuvieran un escalón más arriba que los mexicanos- en Estados Unidos la población más pobre no son los latinos, sino los negros. Eso significa que también son los que tienen menor grado de educación, que son los que padecen mayor violencia intrafamiliar, que son los que más ocupan las prisiones y son los que más mueren asesinados. Y en Nueva Orleans, dos terceras partes de la población era negra y 40% de los niños eran pobres.

Decía, pues, que en eso la tragedia es igual. Los ricos o la clase media alcanzaron a salir. Básicamente la ventaja fue que tenían un auto para dejar la ciudad y dinero para pagarse un alojamiento en un lugar cercano o no tanto. Los que se quedaron son los que no tenían ni lo uno ni lo otro, los enfermos y los viejos. Todos ellos son las víctimas.

La ciudad que ya no existe más

Pero esta tragedia es también muy diferente. La primera razón, y la que hace que sea de una magnitud muy superior a muchas otras, son las características geográficas de la zona. Porque cuando vemos las imágenes de los huracanes terribles en El Salvador, en Honduras, en las islas del Caribe, en México, sabemos que una vez que baje el agua se inicia la reconstrucción, los sobrevivientes regresan, la ayuda empieza a llegar. Pero en Nueva Orleans no va a bajar el agua pronto. La gente que vivía ahí perdió su casa, pero también su escuela, su fuente de trabajo. Esa gente no tiene una ciudad a donde regresar.

La razón, para quienes aún no la saben, es la siguiente: Nueva Orleans (N.O.) es una ciudad construida sobre un terreno bajo el nivel del mar. Contra lo que se pudiera pensar, no se encuentra en la costa, sino muchas millas tierra adentro, entre un lago y el río Mississippi. Tras su fundación y la de otras ciudades, y como ha ocurrido con nuestros grandes ríos en todo el mundo, el cauce del río Mississippi tuvo que ser modificado para cubrir las necesidades de agua de esos nuevos asentamientos, provocando la erosión de la barrera natural que protegía a esta zona de la ciudad. Los pantanos que rodeaban a N.O. se fueron secando y pavimentando, eliminándose así una salida natural de agua, un sistema de drenaje natural. Para proteger entonces a la ciudad de las inundaciones, se construyeron tres grandes diques que impedían la entrada del agua proveniente del lago en tiempo de lluvias o de tormentas.

Desde hace años, científicos del país alertaron sobre el proceso acelerado de erosión en el litoral, como en muchos otros incluidos los mexicanos, pero también ingenieros de la zona advirtieron sobre fisuras y debilitamiento en los tres diques. Se hicieron estudios y se demostró la necesidad de reforzar estas estructuras para proteger a la ciudad de una posible inundación proveniente del lago Pontchartrain, a un costado de la ciudad. El congreso federal aprobó un presupuesto para este fin, y la obra se inició. En 2002, tras la invasión a Irak, el gobierno de Bush decidió recortar este monto. En 2004, el monto requerido por las instancias a cargo de los trabajos de reforzamiento era de 11 millones; Bush, en su proyecto de presupuesto enviado al Congreso, pidió sólo tres, y el Congreso aprobó cinco. Al siguiente año, el presupuesto solicitado fue de 22 millones, por la urgencia de la obra; Bush pidió cuatro, y se aprobaron 5.7 millones. Los trabajos de mantenimiento mayor en el sistema de diques se detuvieron, por primera vez en 37 años, en 2004. Con la fuerza de Katrina y la cantidad de agua que entró al lugar, el lago terminó por romper los diques y la ciudad quedó completamente sumergida. Para ilustrar la magnitud de la inundación, en un momento en el hospital general Charity los sobrevivientes tuvieron que subir al séptimo piso para salvar la vida; todo lo demás estaba inundado.

Alguien explicó la situación con una metáfora, diciendo que N.O. era como un plato hondo flotando sobre una bañera llena de agua; si le empieza a entrar agua por un lado, el plato irremediablemente se llena y no hay manera de impedirlo. Como lo dije antes, N.O. está bajo el nivel del mar: el agua empezó a entrar, y sólo se detuvo cuando la inundación llegó al nivel del mar. Y si está al mismo nivel del mar, ¿cómo va a "bajar" el agua? Ese es el problema, eso es lo que hace a esta tragedia diferente, y eso es lo que la hace inmensa: el agua NO va a bajar sola. Las imágenes que hoy vemos van a seguir durante días, tal vez semanas. Las primeras estimaciones aseguran que, utilizando un sofisticado sistema de bombeo, la ciudad –lo que era la ciudad- podría "secarse" totalmente en unos tres meses.

Al menos medio millón de desplazados no tienen una ciudad a dónde regresar. Eso significa que no tienen empleo, que no tienen casa, que no tienen NADA. Que su vida se quedó bajo el agua. Eso significa que habrá una migración forzada a ciudades cercanas, o lejanas pero grandes, en donde esté un familiar, un amigo, que dé albergue temporal en lo que se ve qué se hace para volver a empezar. Eso significa que en estas ciudades, por lógica, hay riesgo de que crezcan los desamparados deambulando por las calles, y la posibilidad de que se dispare delincuencia por hambre. No es como en otras tragedias, en las que un albergue temporal te protege mientras regresas, aunque sea a llorar sobre un pedazo de tierra con escombros; aquí no hay regreso porque ya no hay tierra. Y los muertos, ahí se quedaron, flotando. No sé si alguien pueda siquiera imaginar la magnitud de esta pérdida; yo no.

Crónica del encuentro con un imbécil

El lunes 29 de agosto el presidente Bush debe haber abierto los ojos en su cama del rancho de Crawford y, tal vez después de un esfuerzo grande, pensó: "Mmmmm. Llevo cinco semanas de vacaciones y siento como si fuera una. Qué injusto trabajar hoy, que es lunes, qué flojera. Pero bueno, lo interesante es que hoy voy a volar a California, en donde todo es sol y felicidad. Claro, tengo que decirle al chofer que pase rapidito enfrente de la señora esa que está protestando por su hijo muerto en Irak aquí en la entrada, y luego, cuando llegue a California, que aumente la velocidad cuando estemos frente al mitin de manifestantes contra la guerra. A ver, voy a revisar mi agenda: tengo que estar a las dos en un asilo de ancianos ricos para hablar de la nueva ley de protección a la salud, que va a beneficiar a los pobres. Luego voy a ir a San Diego, al Campo Pendleton, con los valientes Marines. Ahí, en la noche, tengo una cena elegante con los pocos californianos ricos –los únicos que valen la pena- que contribuyeron a mi campaña electoral. ¿Dónde está mi perro?".

Más o menos eso pensaba el señor presidente del país más poderoso del mundo mientras se quitaba la pijama. A 350 millas de distancia, Katrina inundaba el plato de sopa que es N.O. Y a muchas millas más, yo manejaba por la autopista 134 para ir a Rancho Cucamonga, el lugar de la cita de Bush con los ancianos ricos que básicamente se dedicaron, como dice una amiga venezolana con burdo sentido del humor, "a besarle las bolas".

Bush llegó media hora tarde con su esposa, pobre mujer. Se veía muy bronceado y muy sonriente. Muy sonriente mientras los habitantes de N.O. morían ahogados. Muy sonriente mientras miles trepaban al techo de sus casas, sin nada más que lo puesto, con sus hijos a cuestas; techos que quedaron, milagrosamente, al ras del agua. Bush contó algunos chistes que los viejos momificados del lugar le celebraron ruidosamente. Habló durante 40 minutos, de los cuales:
-25 minutos habló sobre los beneficios del nuevo sistema de salud que provee medicamento preventivo gratuito a sus beneficiarios (buen sistema, por cierto, aunque mal explicado por Mr. President). Claro, ninguno de los que estaba ahí era beneficiario, porque todos van a hospitales privados. Nunca entendí la razón del evento tal en ese lugar.
-Dos ancianas le platicaron sobre sus nietos
-Unos 7 minutos fueron utilizados para hacer chistes
-Tres minutos fueron utilizados para hablar sobre lo maravillosa que va a ser la nueva Constitución de Irak (si alguien ha revisado el texto, es una de las constituciones más contradictorias y por lo tanto inservibles que se han escrito; lo comentaré en otra ocasión).
-Dos minutos fueron utilizados para hablar de que la frontera de California está protegida de un ataque terrorista (pues claro, porque por ahí entran nuestros paisanos que vienen a trabajar, no los talibanes).
-Treinta segundos fueron utilizados para decir que tenía información de que Katrina ya había salido de la zona afectada y que "everything is gonna be just fine".

Al terminar el numerito, Bush se tomó fotos y firmó autógrafos. Estaba bronceadito y sonriente. La marea de gente me arrastró, y quedé como a dos metros de él. Lo primero que me llamó la atención fueron sus enormes orejas quemadas por el sol; luego sus ojos chiquitos, su cara roja de niño tonto, igualita a la que le pintan los caricaturistas del LA Times. Empecé a pensar que lo tenía demasiado cerca. Empecé a pensar en cuántas veces lo he insultado desde la pantalla de TV de mi casa. Me acordé de la primera vez que lo vi en persona, hace cuatro meses, junto a Fox, y en cómo esa vez me dio tanta rabia ver al presidente mexicano tan agachado y disminuido, y al bufón éste sonriendo burlón. Me acordé de la mujer que hizo guardia más de un mes afuera de su rancho para preguntarle por qué murió su hijo en Irak, y a la que nunca recibió. Lo menos que pude pensar fue: ¿qué tal un sillazo en la "jeta"? Digo, no pensé "qué tal un balazo", la verdad es que no voy a gastar mi dotación de pecados mortales en ese fulano, y además yo ni pistola tengo; pero sí un buen sillazo bien acomodado en la "jeta". Después vi a los gorilas que trae de guardaespaldas. Pensé que deben ser expertos leyendo la mente. Pensé que si leían la mía, estaba en problemas. Pensé que qué forma tan gacha de ser famosa, sin siquiera haberlo intentado. Para cuando terminé de pensar, el tipo ya se había largado.

Apocalipsis

Regresé a la redacción de mi periódico y me encontré con las imágenes de la televisión: el agua cubría las casas, miles y miles personas se habían refugiado en el estadio Superdome, no dejaba de llover. Horas antes, larguísimas filas de autos habían soportado pacientemente en la autopista 10, que empieza en Los Ángeles y llega hasta Florida, para salir de la ciudad. En ese momento la 10, una de las arterias del país, ya estaba inundada. Nadie podía entrar ni salir.

Yo vi las imágenes, tal vez ustedes también. Yo oí desde un viernes antes la alerta del huracán, para ese entonces ya categoría 3. Yo sabía que la alerta estaba dada, que esa gente iba a necesitar ayuda para salir de la ciudad; que los que no salieran iban a necesitar apoyo inmediato. Yo, tal vez ustedes, y millones de personas más en el mundo, que vivimos medianamente informados, que somos sensibles al peligro y al dolor, que nos preocupamos por los demás seres humanos. Pero el presidente Bush no.

Desde el martes, reporteros de todas las cadenas de televisión transmitían imágenes apocalípticas. El agua subió en promedio 20 pies, unos seis metros; el 80% de la ciudad estaba –y sigue- inundada. La noche del lunes se cayó la mitad del techo del Superdome. La gente que se refugió ahí dentro descubrió que el gobierno federal no preparó el lugar para que sirviera de refugio durante varios días, así que no había nada que comer, no había agua, no había baños, no había nada. La lluvia arrastró cadáveres, que aparecían por las calles –que aún hoy, una semana después, siguen en las calles. El centro de convenciones alojó a 20 mil personas en las mismas condiciones. Las tomas aéreas mostraban a familias, a niños, agitando las manos, improvisando señales que decían "Help". Los repoteros, indignados, se preguntaban por qué no llegaba la ayuda. Un reportero de CNN, cadena que ha sido leal a Bush durante la guerra en Irak, lloraba de impotencia.

El hospital general se inundó. La morgue se encontraba en el primer piso, pero el agua llegó hasta el sexto; los cadáveres viejos se mezclaban con los nuevos, flotando en el agua. Los pocos almacenes y supermercados que quedaron en un área seca fueron saqueados. La comida, pero también las armas. Quienes tenían un pedazo de pan, tenían que defenderlo. Llegó el miércoles entre tiroteos, cadáveres a media calle y violencia entre los refugiados en el estadio: una bebita, dice el LA Times, dormía en un charco de orines.

Para ese día ya habían ocurrido al interior del Superdome –que regularmente alberga a 25 mil personas, aunque se estima que por ahí pasaron cerca de 100 mil; hambrientas, sedientas, furiosas, preguntándose dónde estaba la ayuda de SU gobierno, el gobierno más poderoso del mundo- 2 violaciones y un suicidio. Dos policías se suicidaron también.

Ese día, el presidente Bush decidió aparecer. Se subió a su avión con su perro en brazos (este dato es cierto) y decidió que N.O. estaba más o menos cerca de Washington, así que, ¿por qué no ir a dar una vuelta para ver cómo se ve el agua desde arriba? La televisión y los diarios circularon la foto de un presidente solidarizándose con su pueblo a cinco mil pies de altura, con su perro en brazos. No hay un solo medio en este país que no haya estallado contra él y su gabinete. Incluso, como ya lo dije, la cadena CNN y Fox, las dos incondicionales del gobierno actual. Pero el presidente Bush seguramente ha seguido el consejo de su amigo Vicente Fox, y no lee los periódicos para poder seguir siendo feliz, así que seguía sin enterarse.

El jueves alguien le debe haber dicho que se ve mal que un presidente no se tome una foto en el agua cuando un territorio más grande que la Gran Bretaña está inundado en su propio país. La idea de lucir su bronceado en una foto le debe haber gustado, porque finalmente ese día, el presidente decidió ir a donde estaban las personas que llevaban cinco días sin comer. Tal vez fue lo del bronceado, o tal vez la entrevista de radio, que después se transmitió en cadena nacional, con el alcalde de N.O., Ray Nagin, quien dijo: "Somebody needs to get their ass on a plane and sit down, the two of them, and figure this out right now", refiriéndose a ya sabemos quien. Los medios le dieron la razón, y Bush, quien ensayó durante el vuelo su cara de pesar, llegó a Louisiana.

Demasiado tarde para el presidente. El NY Times, el periódico más influyente del país, ya había publicado un editorial titulado "Waiting for a Leader", cuestionando duramente la falta de actuación del gobierno y recordando que la administración Bush no ha querido reconocer su responsabilidad en el calentamiento global. Soledad O’Brien, de CNN, se escandalizó a cuadro cuando el director de la Agencia Federal de Emergencias reconoció que "apenas el miércoles se habían dado cuenta de que había gente en el centro de convenciones". Para ese día, jueves, la mayor parte de los periódicos usaban la palabra "vergüenza" en sus editoriales. Ese día, tras la llegada de Bush, llegaron los camiones con comida, con agua, y los autobuses para evacuar a la gente. Cinco días tarde.

Factura por pagar

Hoy, una semana después, la cifra estimada de muertos es de 10 mil. Miles empiezan a buscar un lugar donde empezar de nuevo; otros insisten en permanecer en su ciudad, en la que ya no hay nada.

Aaron Broussard, presidente de una ciudad de la zona que se llama Jefferson Parish, narró a un noticiario cómo el martes llegaron camiones de Wal-Mart con agua potable y las guardias nacionales no los dejaron entrar, porque ya venía la ayuda federal (la que llegó el jueves). El hombre rompió en llanto frente a las cámaras al platicar una anécdota: a su director de seguridad el gobierno federal le dijo que la ayuda iba en camino y que llegaría ese día, el martes. Ese día la madre del hombre, quien vivía en un asilo en una población cercana, le llamó y le dijo "hijo, ven por mí". El hombre, creyendo en el gobierno federal, le aseguró que la ayuda iba en camino. Al día siguiente la mujer volvió a llamar y ocurrió lo mismo, y el jueves, y el viernes por la mañana. El hombre no podía hacer nada más que esperar a que aquellos que le prometían ayuda llegaran a dársela a su pueblo, a los pueblos vecinos y a su propia madre. La mujer murió ahogada el vienes por la tarde.

El secretario de seguridad, Michael Chertoff, y muchos otros funcionarios del gabinete Bush, son vapuleados por una sociedad que tal vez no quiere ver lo que ocurre en Irak, en Afganistán, en Palestina, pero que no perdona lo que esta semana se vio en su propio país. La comunidad negra en Estados Unidos está furiosa. Los más conservadores están, por lo menos, incrédulos.

Y yo, pues yo estoy agridulce. Agria por lo que pasó, pero también por lo que viene. Mucha de esta gente va a llegar a Los Ángeles, y creo que hay aún muchas historias tristes por venir. Pero dulce porque para quienes sufrimos la derrota demócrata de noviembre pasado, aparece una esperanza de que este pueblo se levante y le demande a Bush que pague por lo que no hizo. Es el presidente y no hizo nada. Dejó morir a la gente, tal vez porque no era SU gente –no faltó quien recordara que tras el último huracán que azotó a Florida, en donde están los principales apoyos económicos para la familia Bush, el presidente reaccionó el mismo día. Hillary Clinton, quien es senadora, ya ha pedido que se abra una investigación federal para castigar la negligencia de los culpables. Otra senadora simplemente dijo que deseaba darle un puñetazo en la cara al señor presidente (¿recuerdan mi sillazo en la "jeta"?).

Alguien dijo que la naturaleza pasa su factura, que EU no firmó el protocolo de Kyoto y que ahora le tocó pagar. Yo no quiero creer eso, porque ninguno de esos niños negros y pobres tienen la culpa de que este hombre esté al mando –de hecho ni sus padres, Louisiana, como los otros 3 estados mayoritariamente negros, es un estado predominantemente demócrata.

Ojalá este pueblo, por una vez, tenga memoria histórica. Ojalá reaccione, no perdone, se empiece a volver sensible empezando por casa, para después voltear a ver con esa sensibilidad al resto del mundo. Ojalá se den cuenta de que la naturaleza no se puede parar, pero la imbecilidad sí. Nunca sobra una voz, si ésta se usa para denunciar lo imperdonable, y lo que hizo este gobierno, una vez más, lo es. El "líder" que quiere salvar al mundo le volteó la espalda a su propia gente. Esa es una factura más que algún día tendrá que pagar.

domingo, mayo 15, 2005

Recado por un alcalde latino


Un mensaje corto y sustancioso para quienes se puedan interesar el tema.

Este martes 17 de mayo son las elecciones para alcalde de la ciudad de Los Ángeles. Aunque ya sé que parece que eso está muy lejos y que a nosotros qué, lo comento porque todo indica que será una votación histórica: si todo sale como las encuestas lo indican –y como muchos lo deseamos-, el ganador será Antonio Villaraigosa, un hombre originario del este de Los Ángeles, hijo de un mexicano inmigrante y de una americana también hija de mexicanos; un hombre muy astuto, muy, muy carismático, con una sonrisa encantadora y con proyectos concretos para hacer crecer la ciudad. Villaraigosa sería el primer alcalde latino en la historia de la ciudad (desde que la ciudad es parte de Estados Unidos, desde luego).

El triunfo de Villaraigosa sería importante para la comunidad latina, y para la ciudad en general, por muchas razones. Como sabemos, el hecho de que un latino llegue a una posición de poder, automáticamente le abre posibilidades de negociación a la comunidad entera; obligas a los actores conservadores a reconocer a esta comunidad y a cederle espacios para ellos obtener otros, tal como es la política. Pero además, Villaraigosa tiene un proyecto de gobierno incluyente que pretende dar voz a cada una de las comunidades nacionales organizadas en la ciudad para propiciar desarrollo económico y cultural, lo cual se vuelve imperativo en este lugar en el que los americanos sajones son una minoría pero siguen ostentando desproporcionadamente los puestos públicos (situación que en muchos niveles de gobierno ha ido cambiando poco a poco, dicho sea de paso; es por eso también que será posible el triunfo de este candidato).

Hace cuatro años Villaraigosa contendió por el mismo cargo en contra del actual alcalde, James Hahn. Durante las últimas semanas de campaña en aquel entonces, Hahn inició una campaña sucia en contra de Villaraigosa en la que vinculaba imágenes prototípicas de latinos –Villaraigosa es chaparrito, moreno, de cabello negro y ojos canicudos- con venta de drogas, pandilleros. Hahn encabezó una campaña de miedo, de miedo contra los latinos, y ganó por un cerrado margen.
En esta ocasión las cosas pintan diferente, y si las tendencias continúan, Los Ángeles será la primera gran ciudad estadounidense gobernada por un latino. Y eso, para los que estamos aquí, significa "gobernada por nosotros".

Creo que en México hemos desarrollado erróneamente en los últimos años una cultura del "pobrecito migrante": el que se va de mojado, lo asaltan, le roban, se muere en el desierto, lo explotan estos pinches gringos y no puede venir a su país. Pero las cosas no son necesariamente así: nuestros migrantes que ya llegaron dejan el campo o la construcción para iniciar sus propios negocitos de comida mexicana, de mecánica, de lo que sea, generando otros empleos; organizan a sus paisanos y crean asociaciones, y empiezan a invertir en proyectos productivos aquí y en México; se vuelven ciudadanos al paso de los años, se integran a la política y logran representaciones.

Creo que la llegada de un alcalde latino y la demanda de que éste responda como tal, es una manera de ver el asunto migrante en su justa dimensión y de verlo como un reconocimiento simbólico al trabajo y al esfuerzo del mexicano, del latino, en este país.

Así que lo único que queda es esperar 1) Que sí gane; y 2) Que cumpla, porque ya sabemos luego qué pasa después de que el bueno-bueno gana.

Ahí nomás.

Para mi gran felicidad en el periódico me ha tocado participar en la cobertura de Villaraigosa. A continuación anexo un link con el perfil que hice del candidato hace unos meses; el martes me tocará estar todo el día con él, esperando los resultados de la elección, así que el próximo miércoles, si les interesa, les puedo mandar la notita con los resultados.

Besos y latin love.

jueves, abril 21, 2005

Recado desde La Opinión

Mucho tiempo ha pasado desde el último recado largo y muchas, muchas cosas hay para contar. Algunas de ellas se las contaré a través de mi experiencia en La Opinión, y por considerar que les pueda interesar tener la información completa de las historias, debajo de cada una he puesto el link a la nota publicada, por si quieren leerla en algún momento de su vida.
Como se imaginarán son muchas, muchas las historias que quiero compartir con ustedes. En este mensaje van tres; en días posteriores les iré enviando algunas otras, que espero no les agobien y que en algún momento les hagan un guiño para detenerse a leerlas.

La Opinión
He tenido la maravillosa oportunidad de entrar a este lugar en donde he reafirmado mi vocación y he redescubierto la labor social del periodismo, a veces tan olvidada en nuestro país. La Opinión es un periódico fundado a principios del siglo pasado por un visionario migrante mexicano, Don Ignacio Lozano. La historia es bonita porque durante los periodos en los que el régimen impedía la libertad de expresión el periódico se convirtió en una tribuna para la exposición de ideas progresistas y tuvo entre sus páginas a las plumas disidentes del gobierno mexicano primero, y de otros países después.

Hoy en día La Opinión es el referente obligado de la comunidad latina, porque es prácticamente el único medio nacional en español que aborda asuntos de migración, servicios a la comunidad latina, política y sociedad mexicana y latinoamericana y difusión de información comunitaria de manera seria. En la medida en que la comunidad latina ha ido creciendo en número, el peso del periódico se ha vuelto mayor. Justo ahora está teniendo lugar la campaña por la alcaldía de la ciudad, de la que hablaré más adelante; absolutamente todos los candidatos monitorean y desean acercarse a La Opinión, conociendo su influencia sobre la comunidad latina, y el peso que ésta, a su vez, tiene en el resultado electoral.

Pero lo que me ha parecido sensacional es su política de puertas abiertas. Nunca me había tocado ver que la gente fuera a la oficina de un periódico a exponer su problema, y menos que se le recibiera, se le escuchara y se cubriera su caso. El otro día llegaron tres viejitos ex braceros, de esos a los que el gobierno mexicano les deberá pagar una compensación económica en breve, casi desarmándose, con un montón de papeles y documentos. Se les recibió, se les hizo una entrevista, se recibió la documentación y al día siguiente la nota estaba publicada. Integrantes de la comunidad salvadoreña, guatemalteca, hondureña, nicaragüense, saben que si tienen una bronca, acuden a La Opinión y ahí se hace todo lo posible por apoyarlos. Y al mismo tiempo, se hace la cobertura del nivel correspondiente a la agenda política local, estatal y nacional. Así que un día me toca ir a cubrir una procesión del santo patrón de Guatemala; un día después, la campaña del candidato a la alcaldía de la comunidad negra, y más tarde la cumbre de Fox y Bush en Texas.

He tenido experiencias muy intensas, unas muy lindas, otras muy fuertes, todas de gran enseñanza. Abusando de su paciencia y sus ojos, me permito compartir con ustedes algunas de ellas, contándoles un poquito lo que viví en cada una; al terminar les pondré el link para ir a la nota publicada de la historia, por si le quieren echar un ojo a alguna que les interese.

LAS HISTORIAS
Novatada
En el que fue mi primer día de trabajo el destino me tenía preparada una novatada agridulce. Me pidieron que llamara temprano al jefe de asignaciones para que me dijera qué me tocaba cubrir. Cuando me contesta, me dice: "En el Consulado de México hay un tipo que entró con un arma a tomar rehenes; lánzate a ver qué encuentras". Bueno, debo empezar por decir que en esta ciudad nunca pasa NADA, así que me quedé muy sorprendida, 1) de que estuviera ocurriendo eso justo en mi primer día de trabajo, y 2) que me lo asignaran a mí. Pero como soy bien obediente, pues que voy y que resulta cierto. Un joven mexicano, inmigrante indocumentado, que al parecer durante toda su vida fue un chico sin problemas, sensible, interesado por la poesía y la filosofía, idealista y simpatizante de la izquierda, decidió manifestar su indignación en contra del sistema amagando a una de las empleadas burócratas y endemoniadamente déspotas que hay en esta oficina del gobierno mexicano, como en todas las que ya conocemos. El tipo salió del Consulado apuntándole con el arma, que por cierto era de salva, y en ese momento la policía le disparó un tiro en la cabeza y lo dejó malherido.

Cuando llegué al Consulado el área estaba acordonada, yo no tenía identificación de prensa, no conocía a las autoridades competentes y ahí estaban TODOS (acuérdense que aquí nunca pasa nada, así que cuando pasa, van todos): el alcalde, el procurador, el jefe de la policía, la policía en pleno, los bomberos, el FBI, SWAT!!! (yo pensaba que sólo existían en las películas, pero cuando llegó el comando de SWAT se vio chidísimo), la Cruz Roja, los paramédicos y un montón de chismosos, todos latinos. Pero Manuel, el joven mexicano, ya había sido retirado.

Ese día publiqué una crónica de lo que vi afuera; la información oficial la cubrió otra reportera. Llegué a la redacción a presentarme con mis nuevos jefes y mis compañeros trayendo la nota del día. Mi crónica gustó y se fue a la primera plana. Al día siguiente, a lo largo del día, varias personas se acercaron en distintos momentos para felicitarme por la nota, y para presentarse al mismo tiempo. La gente del consulado me habló por teléfono. Ese día, el segundo de trabajo ahí, me enviaron a la calle donde vivía el tipo, para ver si hablando con los vecinos podía construir un perfil de él, con tan buena suerte que me encontré a su tío, me lo eché a la bolsa y logré que me dejara entrar a su casa, a su recámara. Manuel tenía 19 años, y lo que vi en su cuarto fue lo correspondiente a un joven común y corriente, idealista tal vez, interesado por el mundo. Salí de la casa y me dirigí a la oficina pensando incluso en mi propio hijo, dos años más chico que él. Cuando llegué al periódico recibí la noticia de que Manuel acababa de morir; el mismo joven en cuyo cuarto acababa de estar. Mientras las televisoras lo satanizaban, lo presentaban como un loco o un delincuente, yo no pude hacer eso y narré lo que vi: el perfil de un joven que en un momento desafortunado eligió una vía errónea para luchar por lo que creía correcto.

La nota, nuevamente gustó y algunas personas, entre otros los familiares del joven, sintieron que el enfoque de la nota fue justo. Por eso utilizo la palabra "agridulce": entre la amargura de una vida perdida inútilmente, creo entré a La Opinión con el pie derecho.

Margarita
Me enviaron a entrevistar a una niña salvadoreña recién llegada. Bueno, cuando digo niña tal vez piensen en una de cinco, de siete años. Margarita tiene 17, pero cuando durante tres semanas caminas y caminas, y tienes que cruzar tú sola tres fronteras de manera ilegal, pagar a los polleros, ser robada y atravesar un desierto congelado, sin agua, sin comida, sin cobijas, viendo morir al que camina junto a ti, todo para alcanzar a tu madre y ayudarle a enviar dólares al resto de la familia, no hay edad que te haga lo suficientemente fuerte. Pero Margarita lo es, como tantos y tantos migrantes indocumentados. Si nuestros migrantes mexicanos tienen estas historias duras que todos conocemos, imaginen las de aquéllos que vienen de dos y tres países más al sur, tres veces más lejos y tres veces más pobres. Cuando salió de Sonora, el grupo en el que venía esta chica estaba formado por 70 personas; cuando llegó a Arizona, sólo iban cinco.

La historia de Margarita:
http://www.laopinion.com/ciudad/?rkey=00041209181800804637

Los de siempre
Esta es de esas notas con las que no sabes si reírte o ponerte a llorar. Resulta que un día, en pleno inicio de año, habla un fulano con la editora de la sección Latinoamérica. "No, pues fíjese que soy un diputado mexicano y vamos a abrir una representación de la Cámara de Diputados en Los Ángeles para apoyar a los migrantes, y que no sé qué y que no sé cuánto. Y me interesa tener una entrevista con La Opinión para que sepan qué vamos a hacer y para invitarlos a la inauguración". La editora, una chica mexicana, me comentó y me dio el nombre del "diputado", un fulano de apellido López Portillo, quien no le quiso decir de qué partido era "porque eso es lo de menos; lo importante es que vamos a apoyar a nuestros compatriotas migrantes". "Oye, pues eso está raro", le dije yo, y acto seguido me metí a mi muy conocida página de la Cámara de Diputados para buscar al fulano, que por supuesto, no era tal.

El día de la reunión no pude estar en la oficina porque era mi día de descanso, Memo estaba aquí y andábamos buscando una capilla para casarnos. Los tipos fueron a la reunión y se chorearon a la editora, el tal López Portillo y un fulano de nombre Francisco Guízar, ese sí diputado, que resultó ser... ¿adivinan? Pues sí, del PRI. El caso es que dejaron la invitación para la inauguración, y por supuesto pedí que se me asignara la nota. Unas horas antes del numerito le hablé a TODOS mis contactos en la Cámara; nadie sabía nada. La presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, una panista, se puso como león cuando platiqué con ella, y entre otras cosas me dijo: "Mire, una representación de la Cámara en Los Ángeles, con el voto en el extranjero en puerta (porque en ese entonces la discusión estaba en su apogeo), es una cosa enorme. ¿No cree usted que yo sería la primera en estar ahí? ¿Cree usted que Manlio [Fabio Beltrones], siendo el presidente de la Cámara, iba a dejar que alguien más fuera en su lugar?".

En la tal inauguración, y en una "mesa de trabajo" un día después, sólo había tres monos del PRI; el tal Guízar consiguió jinetear una lana para rentar un localito de 2x2 en un mercado, y cuando dizque inauguró su "oficina", apenas estaban pintando el local. Cuando le dije todo lo que me habían dicho en la Cámara nunca me pudo dar una respuesta razonable; el tal López Portillo, quien resultó ser un escuincle que funge como achichincle, me quiso dorar la píldora explicándome los procedimientos legales y de aprobación de presupuesto interno de la Cámara... A MÍ!!!!! ¡Imagínense, el tipo queriendo venderle chiles a La Costeña! Pero estos ya habían ido a marear hasta al Concejo de la Ciudad (que son como los diputados locales), y los muy babas de los concejales hasta les iban a entregar un reconocimiento a nombre de la ciudad y toda la cosa. A nadie se le ocurrió verificar que éstos trajeran una representación real; los "diputados" traían papel membretado de la Cámara, una carta hechiza, y explicaron la ausencia de otros diputados de otros partidos diciendo que la Cámara estaba en sesiones y que había una discusión muy importante, por lo que no se podían ausentar. Pero ¿saben qué? Que la Cámara está en receso en enero.

Para abreviar: publiqué la nota con los desmentidos de la Cámara en México; los concejales la leyeron y cancelaron la entrega del reconocimiento; al día siguiente Relaciones Exteriores envió un comunicado negando cualquier representación oficial del Congreso Mexicano en el extranjero y acusando al responsable de estar violando los tratados de Viena, y los fulanos se tuvieron que ir de regreso a su casa. Curiosamente en México nadie se quiso enterar, aunque yo hablé directamente con la gente de los partidos; sólo La Jornada, en una nota, retomó parte de la información de la nuestra.

Lamentablemente no tengo el link de la nota del día de la inauguración, pero sí otros cuatro: la de un día después, con la reacción de SRE, y la de una semana después, cuando la tal oficina no era más que un cuarto vacío; la columna de la editora de Latinoamerica, y una columna que publicó mi editora, Pilar Marrero, al respecto.
Tengo en una lista mental varias historias más, que les haré llegar en posteriores recados. En tanto, un abrazo.