El Oscar se viste de charro
Porque algunos ni se imaginan lo requetebonito que se siente cuando se le alebresta a uno ese gen del orgullo mexicano que traemos los que andamos lejos, el Rincón del Recado celebra las DIECISÉIS nominaciones al Oscar para la banda mexicana.
Y lo celebra de primera mano, porque esta Chilangelina que vive en Hollywood, que trabaja en un periódico y que es bien condenadamente suertuda, estuvo en la ceremonia en la que se anunció a los nominados. A’i nomás.
La cosa era llegar al teatro Samuel Goldwyn, en la sede de la Academia, por ahí de las 4:30 de la mañana. A las 5:00 se abrieron las puertas del teatro y el inicio de la ceremonia estaba calculado exactamente a las 5:38. Se supone que arman el numerito así de temprano para que el anuncio pueda verse a una hora conveniente (para los demás, obviamente, no para uno que tiene que desmañanarse) en la costa este de Estados Unidos y en Europa. Así que a las 3:30 me estaba maquillando los ojos, pensando que en mi vida normal es más común que a esa hora apenas me los esté desmaquillando.
Salí como avión por las calles vacías de Los Ángeles con un frío de la fregada, desde Hollywood hasta Beverly Hills, donde está la AMPAS (Academy of Motion Picture Arts and Science). Me dieron un mapita diciendo dónde me tenía que estacionar, a dos cuadras y media de la Academia.
No está lejos, pero me topé con un par de reporteros de espectáculos cuya charla hizo que el camino se me hiciera eterno.
Llegando al lugar te piden el gafete todopoderoso que abre las puertas del mismísimo cielo y que es este:
Y luego pasas a un lobby a esperar. A esperar mientras un montón de reporteros con los que no tienes nada en común fingen estar interesadísimos en lo que les dice el otro, mientras con la mirada buscan-a-vigilan-a-viborean-a-secuidan-de los otros reporteros. Particularmente interesante es ver a los que salen a cuadro, tan maquillados y peinados a esa hora. Las mujeres se saludan de beso en el aire, por supuesto ninguna me saludó a mí porque yo no conocía a nadie, y ninguna me volteó a ver. Los hombres están ocupados revisando notas no sé de qué, y esos tampoco me voltearon a ver, excepto algunos que son gays y que le dieron una barrida a mi atuendo de botas-falda-sueterdecuellodetortuga-abrigolargoparaelfrío-lentes-peloconalmohadazo.
Las puertas de la Academia abrieron a las 3:30 de la mañana y a esa hora pretendían que uno se comiera unos huevos con jamón con cara de sabrosos, bagels, pan, muffins, fruta variadita, juguito de naranja y todo lo que un buen desayuno precisa, pero ¡por favor!, ¿a las tres de la mañana?
Para uno que es chilango y que además es de buen diente, si se come a esa hora es porque acaba uno de terminar de beber y anda buscando unos taquitos al pastor. Así que tomé un café, observé a la fauna, dieron las 5:00 y entré al teatro.
Me senté hasta adelante, en la tercera fila y justo en medio. Yo estaba emocionada, la neta, pero junto a mí había una fotógrafa rubia rubia, gorda gorda, amargada amargada que al parecer lleva 187 años cubriendo los Oscar y a la que ya no le hace gracia nada.
Afortunadamente al rato se sentó a mi otro lado una reportera japonesa que era un homenaje al cliché de que los japoneses le andan tomando fotos a todo, hasta me tomó una a mí porque resulta que yo soy de México y ella de Japón, y Babel tuvo dos actrices de reparto nominadas, una de cada país. Bien internacional y democrático el asunto, pues.
Total que empezó el numerito. Salió Salma, que en las fotos no se ve ni lejanamente tan bonita como se veía ahí, a las cinco de la mañana, permítanme insistir. Y que le toca anunciar a Penélope Cruz como nominada a mejor actriz. Y algunos de ustedes ya habrán visto la escena: en cuanto dijo el nombre, soltó un "¡Yes!" poco refinado, pero bien auténtico. Para mí, el equivalente político de: "¡A güevo!".
A la Salmita, la euforia se le fue haciendo nudo en la garganta y lágrimas de emoción mientras los nombres iban cayendo: Alejandro González Iñárritu como mejor director; Babel como mejor película; Guillermo del Toro y Guillermo Arriaga por mejor guión original; Alfonso Cuarón por mejor guión adaptado; el Chivo Lubezki por mejor fotografía…
En la sala se oía el rumorcito de los pocos latinos que habíamos ahí. Cruzábamos miradas apretando los labios, concienzudamente respetando la transmisión en vivo para cientos de países. El gesto de la Salma se nos repetía en cada cara; ya se que suena supercursi, pero pues así fue.
Al terminar la presentación, que fue cortísima comparada con la larga antesala, a Salma se le salía lo jarocho de lo contenta que estaba. El total son 16 nominaciones, ocho mexicanos, hecho inédito.
"Cuando yo estuve nominada también fue así, pero nadie nos hizo caso", me dijo, recordando la edición de los Oscar celebrada en 2003, en la que ella fue nominada como mejor actriz de 2002 por su película Frida. "Éramos 11 nominados: estaba Alfonso nominado, estaba Pedro, entre los latinos éramos muchos y nadie dijo nada. Yo hablaba a las revistas y les decía: ‘¿Ya se dieron cuenta de todos los latinos que somos?’, pero nadie nos hizo caso. Pero así vamos agarrando espacio; pasó eso entonces y a lo mejor se hicieron de la vista gorda, pero ya no pueden".
Pues claro que ya no pueden; a güevo que no.
Mucha, mucha suerte para nuestros mexicanos que han tenido que salir de su país para desarrollar su talento, para trabajar en lo que les gusta y para poder vivir de ello.
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Hace casi tres años, cuando Diego y yo recién llegamos a este país, trabajamos en un documental sobre mexicanos en Hollywood. En ese entonces platicamos con Iñárritu y con Del Toro, y me ha resultado muy interesante leer lo que escribí en ese entonces.
Si les late,
échenle un ojo.
Las notas de la ceremonia que publiqué en La Opinión están
aquí y
aquí.