Nada de día de la mujer, como se imaginarán. A mí las mujeres me tienen muy enojada.
No puedo creer que en pleno siglo XXI, con el adelanto tecnológico y el mundo globalizado y el feisbuc y la madre, cada vez estemos más sometidas por nosotras mismas. Nel señoras, nada que festejar.
No hay nada que festejar hasta que no nos demos la oportunidad de aceptarnos como somos. Estoy enojadísima al darme cuenta de cuán exigentes nos hemos vuelto las mujeres con nosotras mismas por lo que a nuestro aspecto físico se refiere. Cuán duras, cuán rígidas, cuán frías, cuán imbéciles.
Estoy harta de ver a niñas de doce y catorce años, con cuerpos perfectamente saludables, diciendo que tienen que ponerse a dieta. De ver a jovencitas de 22 años queriendo verse como las de 15; de ver a las de 32 queriendo volver a verse como cuando tenían 22, y a las de más de 40 sintiendo que ya no valen nada.
No hay una de nosotras que se salve. De las mujeres que conozco, todas, repito, TODAS incluida yo, tuvimos como propósito de año nuevo bajar de peso. ¿En verdad? ¿Será que todas necesitamos una dieta urgente? ¿Es ESE nuestro gran problema?
A veces me canso de vernos, de oírnos; somos patéticas. Cada vez que alguien muestra una foto donde salgo yo, lo primero que quiero ver es si me veo gorda. No si mi peinado está bien, si salgo sonriendo, si estoy junto a alguien que quiero, si me veo feliz: mientras no se me vea panza, qué importa si salgo con los ojos cerrados. ¿Les suena familiar? Que alguien me diga que no es cierto; que no se nos ha vuelto una obsesión vernos flacas, planas, todas iguales.
Una de estas fotos hizo sonar mi campana hace poco: vi la foto de una amiga que me gustó muchísimo, en la cual se veía feliz, realizada, muy, muy jefa. Se lo dije y la respuesta fue: “me veo gorda”. ¿Cuándo perdimos la capacidad de ver lo que somos para concentrar la atención en la figura?
No sé bien cómo le vamos a hacer, pero sí creo que ya llegó la hora de poner un hasta aquí: que ya estuvo bueno de quieras entrar en los pantalones que te ponías a los 24 años; pasados los 30, es poco probable que lo logres, pero eso NO quiere decir que estés gorda; o tal vez sí lo estás, pero eso NO quiere decir que estés fea. Que ya basta de que te aterres cada vez que no pudiste salir a correr porque sientes que engordas, y que insistas en pesarte cada semana y en alegrarte si bajas un kilo y deprimirte si lo subes. Que ya le pares a tu mantra de “no es hambre, es sed”, y te compres un espejo y veas que estás preciosa así como estás. Que dejes de preocuparte por tu “panza” que no vas a poder aplanar porque ya tuviste dos hijos y sí, así queda después de los partos, y que te concentres en pensar que el hombre que te vea desnuda, siendo el mujerón que eres, en lo último que va a pensar es en tus estrías. Que dejes de pensar que está bien que al bajar de peso desaparezcan tus hermosos senos porque piensas que en el medio donde te mueves tener senos hace que te veas vulgar. Que dejes de usar los términos “gordita” o “llenita” como si “gorda” fuera un insulto y no una descripción. Que dejes de asociar la obesidad con la falta de inteligencia. Que dejes de despreciar a las mujeres gordas sólo porque tu metabolismo funciona de manera diferente al de ellas. Sí, si te quedó el saco es porque te estoy hablando a ti.
Me encontré esta foto de Marilyn Monroe, sin duda el ícono sexual del siglo XX. ¿Quién la contrataría hoy como modelo de trajes de baño? ¿Qué jovencita diría que ese es el cuerpo que quiere tener cuando sea grande? En serio, “quitándole” la cabeza, ¿nos parece un cuerpo sexy? No sé dónde perdimos el rumbo.
Mientras no nos volvamos a ver como somos, no tenemos nada que festejar. No hay emancipación, ni derecho a votar, ni acceso a la política, ni campañas contra la violencia que valgan, mientras sigamos ejerciendo contra nosotras tal violencia psicológica. Mientras en nuestro propio hogar, entre nuestras propias amigas, con nuestras hermanas, no hagamos más que hablar de dietas y de ejercicios y de kilos. Mientras sigamos creyendo que todas las mujeres gordas están gordas por su culpa, por ser flojas y no aguantarse las ganas de comer, y que todas las flacas son muy saludables y hay que respetar su fuerza de voluntad cuando les da por comer sólo pan tostado y café durante el día.
Hace unos días vi una película donde sale Scarlett Johansson, para muchos uno de los símbolos sexuales del momento. En una escena, aparece así:
¿Y si a cualquiera de nosotras nos hubieran tomado esta foto? “Ay no, ¡ve mi panza!”; “es que se me bota la lonja arriba del cinturón, qué horror”; “ve mis manos, parecen de marranito”; “ay qué asco, ve mi papada”; “tengo tetas de vaca”; “ve mis muslos, parezco señora”. Díganme que no. En cambio me atrevo a preguntarle a los hombres: Así como está en la foto, ¿le dirían que no a la señorita Johansson?
De ninguna manera pretendo aquí hacer una apología de la gordura. Estoy convencida de que la base de la autoestima de la mujer radica en su capacidad de estar sana: comer de manera balanceada y hacer ejercicio son factores indispensables para la salud de una mujer, y esto es cada vez más importante mientras pasan los años. Mientras más vegetales y fibra comes te sientes más ligera, y empezar o terminar el día con una rutina de ejercicio te da un levantón inmediato, acelera tu metabolismo y te hace sentir satisfecha contigo misma; estar en los límites de peso recomendados por los médicos previene diabetes, infartos y demás linduras. Espero que todas estemos conscientes de eso.
Lo que quiero decir es que creo que es importante vernos como realmente somos y estar orgullosas de quienes somos. No vamos a tener el cuerpo de quienes salen en las revistas y no volveremos a tener el cuerpo que teníamos a los quince; no podemos evitar las estrías ni las arrugas; con cada año que pasa es más difícil bajar de peso y hasta la mujer más flaca tiene celulitis en alguna parte del cuerpo. Y sin embargo estos detalles nos obsesionan, ocupan parte de nuestro tiempo y nos chupan energía, cuando en realidad son pequeños comparados con nuestra sonrisa, con lo que proyectamos cuando estamos con alguien, con las curvas de nuestro cuerpo, con el efecto que causamos cuando nos ponemos un vestido bonito, una falda corta o unas botas altas, y entramos rompiendo madres a un restaurante; o con la mirada extasiada de un hombre cuando nos quitamos el brassiere frente a él. Todas hemos tenido esa sensación, ¿la recuerdan?
Hagámoslo más seguido. Cuando logremos vernos desnudas ante el espejo y sonreír, entonces sí, feliz día de la mujer.