a) El primer requisito es que usted no tenga idea de quién es su diputado actualmente, ni su legislador local (en el caso del DF, su asambleísta). Como usted no tiene ni idea de quién lo representa en el Congreso, usted nunca le ha llamado por teléfono, enviado una carta o visitado en San Lázaro.
b) Cuando lo cuestionen sobre esto, usted debe responder: “A mí no me importa quién es mi diputado porque esos güeyes no me representan”; de esa manera justifica su falta de participación ciudadana durante los últimos tres años. Punto extra si añade algo así como “yo ni voté en 2006” o “a mí me caga la política”.
c) Empiece usted a hablar en tantas ocasiones como le sea posible sobre el voto nulo. Diga con tono doctrinario que con eso le daremos una lección a los políticos, que con eso lograremos que el sistema de partidos cambie. Cuándo le pregunten por qué, cite a Denisse Dresser o a José Antonio Crespo; mencione la metáfora de la fruta podrida. Si es usted muy culto y osado cite a Lorenzo Meyer o a Sergio Aguayo. Nunca dé un razonamiento propio. O mejor aún, invéntese uno aunque usted no tenga ni idea de lo que marca la ley. Por ejemplo, invente que con cierto porcentaje de voto nulo se anulan las elecciones (aunque de ser cierto eso no serviría para un carajo); o asegure que sin el 50% de los votos los políticos tendrían que llamar a una segunda vuelta. Cuando le pregunten la fuente, cite al Cofipe muy seguro de usted mismo; al fin que quienes lo están cuestionando tampoco lo han leído .
d) Si usted ha tenido una vida más o menos solitaria, este es el momento de hacer amigos. Debata en las redes sociales y en las cantinas usando sofismas muy bien elaborados. Mire con condescendencia a quienes pretenden argumentar por qué es necesario conocer a los candidatos. Mejor aún, acúselos de panistas o de retrógrados.
e) Planee una fiesta post-voto-nulo.
f) Si usted participó en “movimientos” como el voto útil en 2000 o la marcha blanca contra la inseguridad el año pasado, seguramente está usted convencido de que “somos muchos los que pensamos así, esta vez sí vamos a hacer un cambio, finalmente la sociedad está reaccionando”. No pierda la fe.
g) Este 5 de julio vaya a las urnas. Marque su voto de manera que quede anulado. Si quiere escriba en él “esperanza nula” para sentirse parte de algo más. Pídale a un amigo que le tome una foto mientras deposita la boleta en la urna. Haga un post sobre lo bien que se sintió pateándole el culo a los políticos.
h) Desentiéndase de la política de aquí hasta el 2012 mientras los diputados que llegarán al Congreso se siguen gastando su dinero (sí, el de usted). Total, ellos no lo representan, y usted ni votó por ellos.
2- Llevo varias semanas observando con mucho interés la campaña esta. Me he abstenido de escribir porque todo lo que tenía que decir lo dije a su tiempo en este post. Sin embargo algo que me parece muy, muy bueno, es que por primera vez desde que tengo memoria electoral, la gente está hablando sobre las elecciones durante una elección intermedia. Esto no ocurre normalmente; se debate en las presidenciales, incluso dos años antes de ellas, pero las legislativas nadie, nadie las pela.
Esto es bueno porque el abstencionismo ha caracterizado a las elecciones intermedias. Y como es sabido, el abstencionismo es el aliado número uno de los grupos en el poder: ellos tienen la fuerza del acarreo, el ciudadano con libre albedrío no vota, ergo ellos se quedan en el poder (en el caso del PAN) o regresan a él con más fuerzas (en el caso del PRI). A mayor participación en las urnas, mayor democracia, por malos que sean los partidos; es una sabida cuestión de matemática simple.
El problema para mí sigue siendo que muchos de los entusiastas del voto nulo lo están haciendo sin realmente haber buscado información sobre quiénes los representan actualmente, o sobre quiénes son sus candidatos. He leído infinidad de argumentos de lo más imbéciles al respecto. A alguien que me decía una vez que los diputados no rinden cuentas le pregunté: “¿Tú sabes quién es tu diputado?”. Me respondió: “No ni me importa porque no me representa”. Bueno, una cosa es que no votaras por él, pero él tiene tu representación en el Congreso; es decir, cada vez que el tipo levanta la mano para votar por algo, lo está haciendo a tu nombre, te guste o no. Si nunca has ido a preguntarle “óigame pendejo, ¿por qué votó usted así?”, o mejor aún, si nunca le has llamado antes de una votación para exigirle que vote como tú quieres, ¿con qué argumentos afirmas que no rinde cuentas? Ellos nunca van a rendir cuentas si no se las pedimos; el problema es que a la gente le da hueva investigar quién es su diputado.
3- No niego que es atractiva la euforia de “miren, vamos a darle una lección al mundo y a los diputados, vamos a movernos chavos, yo no quiero fruta podrida, yo no quiero votar por el menos malo, que los partidos sepan que no nos representan, somos bien alternativos, vámonos a chupar”. La neta, hasta se me estaba antojando ir al DeFe nomás para ver el numerito. Es una lección moral que posiblemente, si la participación en este sentido es elevada, trascienda. El problema es que en la práctica no cambia nada. El voto nulo no cuenta, el voto nulo no anula una elección, el voto nulo no le resta votos proporcionales a nadie, el voto nulo no debilita a los partidos; lo ideal sería un equivalente al “que se vayan todos” argentino, pero el voto nulo no va a lograr eso. Para efectos prácticos, el voto nulo equivale al abstencionismo. No para efectos de participación ciudadana, estamos claros y ya lo dije dos párrafos arriba: esa parte me gusta. Pero para efectos de práctica política, de quiénes tomarán las decisiones en nuestro país, el voto nulo equivale a no haber ido a votar y a dejar que el acarreo ponga en su curul a los que van a manejar nuestro dinero y decidir nuestro futuro los próximos tres años.
4- A mí me hubiera gustado en estos días escuchar argumentos de la gente con la que he debatido que no repitieran como perico a Denisse Dresser. Me hubiera gustado escucharlos hablar de sus diputados, con nombre y apellido, y de por qué no les gustó lo que hicieron en la cámara. Me hubiera gustado que me dijeran “mis candidatos son tal y tal, y ninguno me convenció porque tal y tal”; pero que hubieran sabido los nombres, que hubieran entrado en contacto con ellos, y que después de informarse tomaran una decisión. Lamentablemente son pocas, poquísimas las personas en esa posición; con esa información el movimiento del voto nulo hubiera tenido algún sentido, pero creo que con la apatía se está dejando pasar una oportunidad de oro.
A mí la señora Dresser en general me caga por este modito que tiene de contraponer conceptos y redactar melódicamente, algo que al parecer le ha dado mucha popularidad. “Tenemos políticos que esto, pero que no esto. Y que esto, pero que no esto. Y tal cosa cerca, pero tal cosa lejos. Y uno es azul, pero el otro es rojo. Blablubli, blablabli”. Sí, es pegajosito y en el fondo puede tener razón; pero por favor, ningún opinólogo está en lo correcto todo el tiempo. El argumento de Dresser es flojo: empieza preguntándole a la gente si sabe quién es su diputado, qué iniciativas presentó, a dónde viajó, y responsabiliza de la falta de este conocimiento al “sistema político electoral”. Nunca responsabiliza al votante que puso a ese diputado donde está, nunca apela al lector para decirle: “¿Usted ya le preguntó a su diputado?”. Denisse dice que la gente está “insatisfecha, descontenta, descorazonada” porque no sabe por quién votar, pero nunca dice que es obligación de la gente investigar quiénes son sus candidatos mucho antes de la elección. Denisse dice que en el sistema actual los diputados “una vez que lleguen ahí pueden ignorarnos sin costo”, pero no dice que esta vez lo volverán a hacer porque el voto nulo no tiene un costo político para ellos, sólo un costo moral. Y finaliza con esta joya: “Los partidos aseguran que nos representan, cuando no es así”. Ese es el mayor problema: que la gente, incluso los iluminados intelectuales, siguen pensando en que la gente debe votar por partidos, no por personas. Por eso, por eso estamos jodidos.
Ahora, hay cosas en las que comulgo al 100% con la Dresser: yo también creo que debe haber reelección de legisladores, que deben legislarse las candidaturas ciudadanas y colectivas, que debe existir la figura de revocación del mandato y que se debe instaurar la posibilidad de realizar plebiscitos. Sin duda, esos serían cambios reales en la dinámica política del país.
5- Dicho lo anterior, ahora sí va en serio mi GUÍA PARA ANULAR EL VOTO (para los que no se dieron cuenta, la que escribí al inicio del post tiene un sabroso baño de sarcasmo):
Si vas a anular tu voto…
a) Antes de ir a votar infórmate sobre quiénes son los candidatos en tu distrito. Como estamos a unas horas de la elección tal vez no puedas ahondar en sus trayectorias. No importa, hazles un Google rápido para que conozcas sus propuestas y veas si en algo te convence su trabajo o sus propuestas.
b) Si tienes dudas sobre lo que has encontrado, trata de contactar a su casa de campaña. En teoría deberían ayudarte a despejar estas dudas.
c) Si después de tener el conocimiento de tus opciones sigues considerando que anular el voto es la opción, argumenta por qué. Por favor, evita el uso de “la fruta podrida y la fruta menos podrida”; ayuda en mucho escuchar argumentos personales, reales, nuevos, estimulantes. Deja claro en tu boleta que conoces las opciones, pero que ninguna te convence. Por favor, no votes por “esperanza marchita”; eso es una mamada.
d) Una vez que estés de regreso en tu casa, empieza a escribir. Redacta un breve mensaje para cada uno de los candidatos por los que no votaste, y diles por qué no votaste por ellos. Si tienes blog, postea ahí esos razonamientos, o súbelos al Facebook, o al Twitter. Que la gente sepa, con argumentos, por qué tomaste esa decisión. Que los candidatos sepan qué es lo que los hizo perder tu voto. Puedes enviar una copia al partido que impulsó a ese candidato o a los diarios.
e) Mantente al tanto de los resultados en tu distrito. Cuando sepas quién ganó, recuerda lo siguiente: aunque no hayas votado por él o ella, esa es la persona que te representará en el Congreso durante los próximos tres años. Él o ella tomará posesión el 1 de septiembre. Unos días después, ya que estén instalados, llama a la Cámara de Diputados (el teléfono es 5628-1300 en la ciudad de México) y pídele a la operadora el número de extensión de tu diputado (es tu diputado aunque no hayas votado por él y es tu obligación pedir que te rinda cuentas, no lo olvides). Posiblemente te conteste un asistente; explica que eres un representado y que quieres estar al tanto del programa del diputado en los próximos tres años. Haz que este teléfono circule entre tu familia y vecinos, para que todos monitoreen la actividad del diputado; por ejemplo cuando vaya a haber una votación importante como lo fue la privatización de Pemex o la Ley Electoral. La página web de la Cámara de Diputados tiene un registro de cómo han votado los diputados en los distintos temas.
f) Si tu diputado no te escucha, no te atiende, o no te responde, denúncialo. Contacta al partido del cual forma parte y a los partidos que son su oposición. Con nombre y apellido denúncialo usando tus redes sociales en Internet. No le quites la vista durante los próximos tres años.
g) Si después de hacer eso, si después de cumplir con tu obligación ciudadana todos los días, en 2012 decides volver a anular tu voto, yo personalmente celebraré tu decisión y no tendré nada más que decir.
Feliz día de elecciones a todos.