Para Silvia, por la búsqueda y la lejanía compartidas
1- Hace cuatro años, el 22 de junio de 2006, publiqué el primer post de este blog. En ese entonces –que parece que fue hace como diez años- mi México estaba en la cúspide de la esperanza sin sospechar que esa era la antesala del declive de mierda que paulatinamente se ha llevado entre las patas los anhelos, la certidumbre y un poco del orgullo de ser de los mexicanos. En ese entonces yo llevaba sólo dos años fuera del país. Para mí, la visita a la ciudad de ángeles era sólo eso, una larga visita que podría prolongarse durante algunos años más, pero que nunca perdería su carácter de temporal. Porque tu casa está donde está tu corazón.
2- El día en el que murió Monsiváis, de pronto la realidad me pegó de golpe. Como tantos otros chilangos, para mí Monsiváis era México, pero sobre todo, era mi ciudad. La imagen de Monsi era todo aquello que admiro y anhelo en mi propia vida: la inteligencia, el humor, la sencillez, la agudeza, el desprecio por el poder, la acidez, la ironía, un poquito de arrogancia, un atuendo nunca a la moda y un pelo difícil de controlar. Monsiváis también representaba la ciudad a la que amo con el alma, la mejor del mundo. La hermosa Ciudad de México tan llena de contrastes, de colores, de cultura, de paisajes que te cortan el aliento y de restregones y piropos que te encabronan primero y te suben el ego después. LA ciudad, la que me hace sentir viva, en casa y feliz.
La partida de Monsi súbitamente me escupió la realidad en la cara. Mi país ya no es el mío, en el que yo viví 34 años y en el que sigue viviendo mi corazón. El gobierno que lo dirige no es el que yo elegí; el miedo que lo domina no es lo que yo conozco. La inteligencia va dando paso a la incultura general, la hueva y la apatía ganan terreno y la generación que viene detrás de mí, en general, me parece que se rinde y usa la “k” en lugar de la “q”. El día en el que murió Monsiváis a mí me aplastó la evidencia: el México que es mío se va acabando. Tengo siete meses sin ir a mi ciudad y esta semana de madrazo me dio miedo regresar: temo no reconocerla, o peor aún, temo no reconocerme en ella.
“¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi?”, dijo Elenita.
3- Hace tres meses tomé una decisión basada en consideraciones financieras que me ha acercado más a la ciudad de ángeles. Hoy tengo una casa en el sitio al que vine de vacaciones. Estoy por cumplir cuarenta años y mi corazón profesional está indeleblemente tatuado con el México del norte. No me veo a mí misma durante décadas en este lugar, pero justo el día en el que murió Monsiváis, traté de verme caminando por las calles de mi ciudad y, de pronto, tampoco me vi. La pregunta no es a dónde van los muertos; la duda es a dónde vamos los vivos para no perder el ancla cuando los muertos -personas, ideas, certezas, momentos, esperanzas- se van.
4- Este blog ha sido mi referente durante la mayor parte de estos años en el exilio por vocación. Creo que quienes lo leen, algunos heroicamente desde el principio, pueden tener alguna idea de lo difícil que es vivir un México colapsado desde la impotencia de la lejanía. En estos cuatro años hemos visto el péndulo ir de un extremo al otro con implacable crudeza; pero quiero creer que ambos, mi México y yo, hemos entrado en un impasse paralelo que por su propio peso caerá. Que el péndulo, forzosamente, volverá a llegar a su centro.
Feliz cumpleaños, blog.