Durante el cierre de campaña el 28 de junio
Este domingo 16 de julio se celebró la segunda Asamblea Informativa convocada por Andrés Manuel López Obrador. Cerca de un millón de personas marchando por las calles de la ciudad de México pidiendo el conteo voto por voto, casilla por casilla, no pueden ser leídas como la necedad de un dirigente manipulando a un pueblo, sino como la demanda legítima de ese pueblo que se volcó en las calles para participar en la elección más intensa de la historia de México.
La noche del 1 de julio platicaba con mis amigas sobre lo que traería la jornada electoral del día siguiente. Había llovido y la zona conurbada con el Estado de México se había inundado. Alguien comentó que si llovía por la mañana la gente podría no salir a votar. Todas reconocimos lo cerrado de la elección; manifestamos el temor a una posible manipulación de los votos y pensamos que si este temor era generalizado, la participación electoral también podría bajar.
El 2 de julio se encargó de contradecirnos. A las ocho de la mañana, mientras las casillas electorales se empezaban a montar, la mayoría de los puntos de votación ya tenían filas de diez y veinte personas esperando para votar. Ese día durante la mañana y una parte de la tarde recorrí un área importante del sur y del oriente de la ciudad. No hubo casilla alguna en la que no hubiera gente esperando para sufragar.
Alrededor de las tres de la tarde en Chimalhuacán, Estado de México, vi una escena que ilustra muy bien la voluntad de nuestra gente durante la jornada electoral. Había una casilla instalada sobre la banqueta, bajo el rayo del sol, cubierta por lonas de plástico blanco. Casi en cuestión de minutos unas nubes grises y densas cubrieron el sol y las gotas enormes empezaron a caer. La gente que esperaba para votar se trató de cubrir bajo las lonas que volaban con el aire.
No habían pasado cinco minutos cuando empezó a granizar, unas bolas de granizo enormes que hicieron que rapidísimo el paisaje se tornara blanco. Lo primero que hicieron los funcionarios de casilla fue proteger las urnas electorales, metiéndolas abajo de las mesas; después guardaron la papelería electoral, para finalmente terminar desarmando las mamparas y tapándose con los trozos de plástico blanco. El granizo se acumulaba en las lonas y la gente tenía que empujarlo para que no les cayera encima. En la calle el agua subía de nivel y en algunas áreas cubría la mitad de los autos.
Tan repentinamente como llegó, a los diez minutos la granizada se fue. Pensé que la gente que esperaba para votar se iría a su casa mojada y molesta. Pues no. Como la banqueta quedó cubierta de agua, tan pronto pasó la lluvia los funcionarios de casilla, acompañados de los observadores electorales y de los propios votantes, movieron la casilla de lugar. Con una mezcla de solemnidad y relajo cada quien agarró algo para moverse una cuadra adelante: un pedazo de mampara, un par de tubos, una silla, los restos de una lona. Se armó una fila india que me recordó a las hormigas; entre cuatro cargaban una mesa sobre sus cabezas, y sobre la mesa, a la vista de todos, viajaban las urnas. La fila llegó al nuevo lugar, la gente instaló la casilla, los votantes mojados se volvieron a formar, la jornada siguió como si nada.
Esa fue nuestra gente votando el 2 de julio. Los días siguientes me tocó presenciar la increíble manipulación de resultados en el PREP y la ofensiva manipulación de información en los medios para generar la falsa percepción de un candidato ganador. Me tocó ver a la gente enojadísima afuera del IFE, sosteniendo la fotografía con los resultados de su casilla electoral y comparándolos con los que presentaba el PREP, con más de 100 votos menos para López Obrador en cada casilla.
Afuera del IFE la madrugada del 6 de julio
No vi uno ni dos casos; vi decenas de personas que no reclamaban por un fraude nacional, sino por un fraude en SU propia casilla, un fraude cometido contra SU voto. Vi a una ciudadanía responsable de su voto, de darle seguimiento y asegurarse de que llegara a donde tenía que llegar. El miércoles, cuando empezó el recuento de las actas, vi las oficinas de los consejos distritales rebasadas en su capacidad por la cantidad de personas haciendo denuncias y exigiendo la apertura de los paquetes. No "acarreados" ni miembros de los partidos; gente de a pie que se salió un momento de trabajar para ir a decir que esta vez no les pueden ver la cara de tontos.
Vi a la gente llegar en taxis y en camión a la casa de campaña de López Obrador y al exterior de su apartamento en Copilco para exigirle que pidiera el recuento de votos. Gente que le dejaba en la puerta la copia de los resultados de su casilla, sus datos personales por si necesitaba un testimonio ante el Tribunal Electoral. Gente que pegó un mensaje con su número telefónico ofreciendo sus manos y su tiempo para contar los votos.
Afuera del apartamento de López Obrador la madrugada del 6 de julio
En la Asamblea Informativa del 8 de julio
Vi circular correos electrónicos con denuncias, con indignación, pero sobre todo con la determinación de hacer que la voluntad popular cuente. Muchos de esos correos empezaban con frases como "yo no soy perredista, pero creo que le hicieron ‘chanchullo’ al Peje", o "yo voté por Calderón, pero creo que los votos se deben de contar uno por uno". Me di cuenta de que la demanda del conteo voto por voto es una demanda ciudadana; no de un partido, no de un candidato, no de un gobierno. El Tribunal Electoral a estas alturas ya lo debe de saber.
El sábado 8 de julio, en la primera Asamblea Informativa convocada por López Obrador, la gente portaba carteles en apoyo a Andrés Manuel, pero sobre todo portaba carteles en repudio al IFE y a Calderón. Y coreaba "no estás sólo". Tú, Andrés Manuel, no estás sólo en esta denuncia: es una denuncia del pueblo mexicano.
Afuera del apartamento de López Obrador, la orden de la gente:
"Convoca a tu pueblo" y "Reclama nuestro triunfo"
En su documental "¿Quién es el señor López?", Luis Mandoki cita una frase bellísima del poeta tabasqueño Carlos Pellicer: "Cuando a un hombre le sigue un pueblo entero, es porque el corazón en las manos lleva". Sin embargo en este caso es el pueblo el que está llevando en las manos el corazón; el hombre sólo está respondiendo a su obligación moral al encabezar al pueblo que así se lo exige.
La negativa de contar voto por voto no se le está dando a un hombre, ni a un partido, ni a una tendencia política: se le está dando a un pueblo que salió a votar con el corazón en la mano, y que por eso merece la certeza de que su voto contó.
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3 comentarios:
¡Felicidades Truaxy Lady! Qué chingón blog, bombarde a todos para que lo visiten, y voto por votooooooooooo, ¡saludos!
Eileena:
Hola, felicidades por el blog. Ya extrañaba el resonar de tu modo de argumentar las cosas, lo aprecio mucho. Te leeré más seguido. Estaremos pendientes en esto del conteo, la cosa se pondrá buena por donde lo vean. Te mando un beso y pronto te escribiré pa contarte un poco de lo mío...
saludos
adr
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