sábado, enero 23, 2010

Recado de penca y pastelazo

Me encontré este artículo de Juan Villoro. Va por ahí.


Penca y pastelazo

Durante la presentación de la serie de programas Discutamos México, Miguel León Portilla hizo un pertinente llamado a entender el debate como una forma de la crítica. No podemos ser complacientes con lo que en las novelas policiacas se llama "el lugar de los hechos" y en la Historia se llama "la patria".

La perplejidad de vivir en esta tierra comenzó desde hace mucho. En La visión de los vencidos, León Portilla recoge estos versos, compuestos en náhuatl entre 1430 y 1519: "¿A dónde pues iremos?/ ¿Cómo sufriremos aquí?". En 1958, Carlos Fuentes ofreció un eco a esa interrogante: "Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire". Patria: lugar del destino inescapable.

No escogemos un país en el surtido de las naciones. Te toca uno y aprendes a quererlo o soportarlo. El nuestro cumple doscientos años de una vida que puede llamarse "independiente" si se omite el hecho decisivo de que casi todos los bancos son extranjeros.

De madrugada, las preguntas son terribles. Pensemos, al modo de las leyendas antiguas, que nuestro país duerme un sueño profundo, recostado en sus montes y sus valles. De pronto un temblor lo despierta. Son las cuatro de la mañana y la nación padece vértigo existencial: "¿Es necesario que exista?", se pregunta.

Ahondemos en ese despertar tan próximo a una pesadilla: ¿es necesario que haya mexicanos? ¿Qué perdería el mundo sin nuestra especificidad regional?

Hace unos días, un conductor tomó el segundo piso del periférico "a valor mexicano", es decir, sin precaución ni permiso. Conducía un camión de basura. Ya en lo alto, perfeccionó el desastre y se desplomó sobre tres coches. La metáfora no puede ser más inclemente: la basura cae del cielo para aplastar a quienes sufren aquí.

Uno de los problemas de ser mexicano es que otros también lo son. No es habitual que un compatriota se desplome sobre ti desde un puente, pero puede pasar. Lo habitual no siempre es mejor.

¿Cómo sobrellevamos la vida en común? Esta semana 23 presos murieron en una reyerta en la cárcel de Durango. La explicación cómoda consiste en pensar que los violentos no saben convivir. ¿Qué tan bien convivimos los que estamos fuera de un penal?

En una canción reciente, Alejandro Fernández propone un nuevo trato entre mexicanos y mexicanas: "Unas nalgadas con pencas de nopal/ es lo que ocupas por falsa y traicionera./ Cómo te amaba, qué bruto, qué animal/ cómo fui a darte mi amor a la ligera./ Unas nalgadas con pencas de nopal,/ una lección es la que te mereces./ Unos rasguños con espina de maguey,/ hoy se me antoja jugar gato en tus cachetes;/ me hacías piojito y luego me 'hicites' güey/ ya te veré empeñando los aretes". Es obvio que El Potrillo no necesita escándalos para triunfar. Seguramente, la canción le pareció divertida y no pensó que podía tener consecuencias. Lo grave está precisamente en eso; en ignorar que se trata de una ofensa.

¿Cuándo empezamos a malentendernos? Nuestro escudo nacional es el único que representa un acto de depredación. ¿Debemos entenderlo como un modelo para actuar como el águila y la serpiente y usar la penca como sugiere Alejandro Fernández? Por supuesto que no.

Sin embargo, las noticias indican que somos víctimas de algo que podríamos denominar "maldición del escudo". Unos se creen águilas y otros serpientes. Incluso los pastores de la Iglesia, que profesan una fe de conciliación y amor al prójimo, caen en la intransigencia. Es el caso del Cardenal Norberto Rivera, quien practica un catolicismo selectivo donde no caben disidentes.

¿Y qué decir de la intolerancia en los medios? El conductor de Televisa Esteban Arce se refiere a los homosexuales como "puñales" y hace poco dejó caer este alarde oratorio: "La finalidad de la vida sexual es la reproducción... comer Cheetos por las tardes y masturbarse es una preferencia pero no es normal". Arce considera anormales a quienes se tocan a sí mismos o tocan a alguien de su mismo sexo. Esto lleva a una pregunta: ¿cómo es un mexicano normal? ¿Se parece al chofer del camión que se despeñó del segundo piso, al golpeador con penca, al arzobispo de México, a los Zetas y los miembros del cártel de Sinaloa que se enfrentaron en el penal de Durango, al comunicador que juzga perverso a Elton John? Todos son mexicanos por igual. Y no sólo eso: ninguno de ellos califica como extravagante. Se trata de gente que piensa y actúa como muchos otros mexicanos. ¿No ha llegado la hora de ser típicos de otro modo?

Mientras esto ocurría, ese especialista en festejos que es Felipe Calderón, le hundía la cabeza en un pastel al director del ISSSTE. Tal vez me falte imaginación, pero no concibo un acto oficial donde Vaclav Havel, Olof Palme o Lázaro Cárdenas le hundan la cabeza en un pastel a un subordinado. "Yo quiero celebrar con alegría y patriotismo", dijo Calderón en su mensaje del 4 de enero. Ya sabemos a qué se refería.

Lo único que alivia este recuento es que no incluye a ninguna mujer. La verdad sea dicha, es más fácil celebrar la matria que la patria.

lunes, enero 11, 2010

(Otro) Recado sobre el oficio


1- La semana pasada mataron a Valentín Valdés Espinosa. Era reportero y tenía 29 años. A Valentín lo “levantaron” la noche de un jueves y amaneció ejecutado al día siguiente con un letrero: “Esto les va a pasar a los que no entiendan, el mensaje es para todos”.

2- Hace unos días en el invento ese del demonio llamado Formspring, alguien me preguntó que, siendo periodista, cómo es que lidio con las preocupaciones sobre mi seguridad personal o la de mi familia al ejercer mi oficio, sobre todo cuando de cuestionar a políticos se trata. Respondí lo primero que me vino a la mente, lo que aún creo: que yo no tengo miedo, y que creo que la gran mayoría de quienes están en esto no lo tienen tampoco.
La mayor parte de mis amigos son periodistas, como ya lo dije en una ocasión en este recado. Con todos platico sobre el tema, y aunque todos hemos tenido algún momento escabroso, en realidad ninguno de nosotros está verdaderamente preocupado por su seguridad personal. Supongo que se debe a que no conozco a nadie que viva en una de las ciudades que todos los días ven muertos y ejecutados y ahorcados y balaceados y decapitados etcétera. La violencia en el país está de la chingada, la violencia en las relaciones interpersonales, incluso; pero la realidad es que la violencia descarnada producto de la “guerra contra el narcotráfico” encabezada por el pendejo mayor, son más o menos siempre las mismas ciudades, justo aquellas donde su estúpida guerra irrumpió.
Por supuesto que si eres un periodista que se dedica a la cobertura de temas relacionados con narcotráfico y seguridad, eres un blanco; sobre todo si tocas a quien se supone que no debes de tocar, si en el pasado has tenido alianzas que hoy te pueden cobrar, o si trabajas en un medio que no responde por ti. Quienes cubren la fuente sin duda están en riesgo, pero no sólo los periodistas: también lo están los abogados, los ministerios públicos, los jefes y subjefes de seguridad, los mandos altos y medios de las fuerzas armadas, y lamentablemente ahora también sus familias. Lo anterior me lleva a afirmar, entonces, que el peligro no radica en el ejercicio del periodismo, sino en la cercanía con el medio narcotráfico-seguridad-fuerzas armadas.

3- Aún así, números son números. Nuevamente Reporteros Sin Fronteras apunta el dedo hacia México como uno de los países más inseguros para el ejercicio del periodismo. La organización nos coloca en el puesto 137 entre los 175 dentro de su clasificación mundial de la libertad de prensa: 60 periodistas asesinados desde 2000 y 11 desaparecidos desde 2003.

4- Estando las cosas como están, si bien creo que la mayoría de quienes nos dedicamos a esto podremos seguir haciendo nuestro trabajo en un ambiente relativamente seguro, quienes se encuentran cerca de la fuente de narcotráfico y seguridad empezarán a subir la guardia. No sólo los periodistas; seguramente también los abogados, los militares, los que ya mencioné anteriormente. Pero en el caso de los periodistas, corremos un enorme peligro como sociedad: ver caer un telón de silencio que nos regrese a una etapa en la que nada se decía, nada pasaba.
No es algo que ocurrirá en el futuro, es algo que ya ocurre ahora. Este 8 de enero, el viernes pasado, apareció el cuerpo de Valentín. Cuatro días antes, el 4 de enero, secuestraron al reportero de radio José Luis Romero en Sinaloa; horas después del secuestro apareció muerto el policía a cargo de la investigación del caso. El 15 de diciembre Ricardo Sánchez, de Ciudad Juárez, fue obligado a salir del país por amenazas contra su familia que culminaron en el asesinato de dos de sus sobrinos. El 24 de noviembre asesinaron a José Emilio Galindo, director de Radio Universidad de Guadalajara. Una semana antes desapareció María Esther Aguilar, reportera de Michoacán asignada a la fuente policíaca. El 2 de noviembre otro reportero, Vladimir Antuna, apareció muerto en Durango.
Podría seguir mes por mes hacia atrás, pero la razón por la que he expuesto estos nombres es para preguntarles: ¿Alguno los recuerda? ¿Fueron mencionados en la radio, en la tele, en la propia prensa –por sus colegas, aquellos que se autonombran paladines de la libertad de expresión? ¿Alguna vez el gobierno mexicano, ese que enarbola la bandera de la guerra contra los Beltrán Leyva y entrega banderas mexicanas a las familias de sus caídos, ha volteado a ver a estos muertos?

5- Hoy me pareció pertinente hablar de esto. No, la mayoría de los periodistas mexicanos no tenemos miedo. No, la mayoría estamos lejos de esos temas y podemos caminar por las calles con la relativa seguridad que lo hacen quienes se dedican a cualquier otra cosa. La mayoría incluso no conocíamos de cerca a nuestros colegas muertos. Pero sí sabemos que con uno sólo que muriera, el derecho a saber de nuestra sociedad, ese por el que varias generaciones lucharon, se encuentra en riesgo. El telón del silencio se ciñe sobre nosotros y nadie está haciendo nada.
Esta semana escucharemos odas a la familia Saba, los empresarios caídos en un helicóptero. El presidente de juguete y todos los beneficiados por su gobierno de juguete también, hablarán de lo emprendedores y osados que eran los muertos, de lo mucho que amaban a su país. Los nombres que mencioné acá arriba, en cambio, los de aquellos que van por el mundo armados sólo con un gafete de prensa, jamás tendrán derecho a una mención pública.

6- El otro día en Twitter la horrenda mujer que lleva por nombre Adela Micha, y que ofende al oficio haciéndose llamar periodista, se sumó a una cita de uno de los personajes de Mafalda: "He decidido enfrentar la realidad, así que apenas se ponga linda me avisan”. Nada más elocuente.

viernes, enero 01, 2010