domingo, julio 29, 2007

Recado setentero (recado treinta y siete)


Nací en 1970, el año del mundial. Pertenezco a la gloriosa generación del plástico y los colores estridentes; de la música disco y los gobiernos del estado benefactor, del boom petrolero que luego se convirtió en nacionalización de la banca y terminó como un frankenstein de política neoliberal.
Mi infancia transcurrió en los setentas, cuando el billete de cinco pesos tenía a una gitana que según una leyenda era la amante de no-sé-qué-presidente. El Mustang, el Dodge Dart, el Maverick y el Super Bee eran los autos que rifaban, la industria cinematográfica proyectaba sus creaciones en “Hollywood, La raza y varios más” y las películas de El Santo competían con las de Cantinflas y las de Pedrito Fernández. El helado se compraba en Danesa 33 y las hamburguesas en Burguer Boy: unifante, brontodoble o dinotriple. Iba al cine Continental, que tenía fachada de castillito y pasaba las películas de Disney; adentro me compraban Sugus y Pon Pons y si comprabas un chocolate, era Turín, “rico de principio a fin”.

La televisión blanco y negro que había en mi casa cuando era niña formaba mi mente con las canciones de Cepillín y los chistoretes de El Chavo y El Chapulín Colorado. Cuando tenía como cinco años la Calaca Tilica y Flaca me convenció de dejar de pertenecer al club de los chupadedo. Los domingos veía a las edecanes piernudas de Chabelo catafixiar salas de muebles Troncoso por una olla de tamales. Pacholín y Salchichita me cantaron una canción un día de mi cumpleaños mientras el Tío Gamboín me anotaba en la lista de sus sobrinos, y Topo Gigio me mandaba a las nueve a-la-ca-mi-ta. Sin embargo entre tanta ñoñada, en el canal 8 podías ver “Ahí viene Cascarrabias”, una probadita de las pachecas que vendrían en la universidad.
Desde mi perspectiva de chamaca, Raúl Velasco y Jacobo Zabludovsky se parecían, yo creo que es porque eran los dos únicos que rifaban en Televisa. Sasha Montenegro era una encueratriz y estaba lejos de convertirse en esposa de expresidente; Rigo Tovar cantaba “Mi Matamoros Querido” y estaba lejos de convertirse en un pobre ciego abusado por su familia, y la música de los papás incluía invariablemente a Los Ángeles Negros, a José José y a El Pirulí.

La publicidad me metía en los sesos a “Nordiko, el nuevo jabón para el hombre activo”; a la pasta dental Freska ra, porque “llega cuando menos se espera/el momento de estar cerca”; a los tomatitos que estaban muy contentitos porque los iban a hacer puré de tomate Del Fuerte y a los calcetines Donelli, porque “entre el zapato y el pantalón está el detalle de distinción”. Los cigarros eran Raleigh, Viceroy o Commander. Abrí mi primera cuenta de ahorros en Banco Mexicano Somex; la carta a los Reyes Magos se hacía después de visitar la juguetería Ara e invariablemente incluía un juguete Mi Alegría. Una navidad me regalaron el cine-a-la-mano de Plastimarx ("son bonitos, son durables, son juguetes Plastimarx") y otra el obligado reloj Timex de Mickey Mouse cuyos brazos eran unas manecillas, pero la hora exacta se escuchaba en XEQK, misma de Haste, Haste la Hora de México .


Jugué resorte, brinca-brinca, espiro, matatena china, policías y ladrones y cubo rubick. Tuve la Lagrimitas y la Comiditas, ambas de Lilí Ledy, pero las tardes de juego cambiarían pronto al aparecer la Barbie, exótico juguete de lujo traído de allende las fronteras.
Con el paso de los años hubo que entrarle a cada moda… desde los patines de bota como consecuencia de la película Roller Boogie, hasta ver a los papás bailar abajo de la bola cubierta de espejitos por culpa de John Travolta y su traje blanco y su camisa rosa; luego nos tocaría el turno, cuando el mismo sujeto filmó Vaselina. En mi casa, en el colmo de la modernidad, compraron un puff, sillón amorfo símbolo de aliviane en el cual me sentaba para escuchar Radio Capital, “una buena costumbre de la gente joven”. Recuerdo cuando compré mi primer disco con mi dinero mío de mí: 1979, Somebody to love de Queen, un disco de 45 rpm.

Pertenezco orgullosamente a la gloriosa generación de los setentas, los que crecimos en un mundo pop con reminiscencias de flower power y con atisbos de generación del internet. Quienes nacimos en la década de los setentas nos convertimos en personas bien interesantes. No tuvimos que pelear rabiosamente con nuestros padres para usar pantalón de mezclilla o minifalda, pero aún lo pensamos para desnudarnos con cualquiera. Decidimos ejercer nuestro derecho a estudiar una carrera y tener una vida profesional, y al mismo tiempo estamos más conscientes de la responsabilidad de tener hijos y familia. Estamos inmersos en la cultura global, pero revaloramos nuestra herencia mexicana, aunque ésta incluya a Héctor Suárez en Lagunilla Mi Barrio. Los hombres nos abren la puerta y nos ayudan a subir al carro no porque nos hagan menos o por obligación, sino porque nos aprecian; las mujeres aceptamos el detalle a sabiendas de que eso no implica sumisión, y una vez adentro nos estiramos sobre el asiento y les abrimos la puerta a ellos.
Somos globales, pero también somos locales. Podemos viajar sin problemas por el mundo, tal vez vivir en otro país, siempre llevando en las tripas la esquina donde jugábamos bote pateado y la pared donde jugábamos quemados. Nos sabemos las de Coldplay y también las de José Alfredo. Somos la generación económicamente activa del nuevo siglo. Tenemos en nuestras manos el pasado de los padres reprimidos por Gustavo Díaz Ordaz y el futuro de las generaciones que pagarán la deuda del Fobaproa. Quién sabe si dejaremos un México o un mundo mejor, pero me cae que lo estamos intentando.
Nací en 1970, exactamente en un día como hoy. Hoy cumplo treinta y siete años.

miércoles, julio 25, 2007

Recado de mi visita a un changarro local

Estaba aburrida asi que decidí ir a mi tienda de confianza: el Kwik-E-Mart

Como ustedes saben, sólo existen 12 Kwik-E-Marts en Estados Unidos, y soy tan suertuda que tengo uno a cinco minutos de mi casa. Así que me arranqué para allá.

Fue una visita rápida, nunca hay que ignorar los letreros del estacionamiento:
Cuando uno llega a esta, su tienda de confianza, no puede evitar encontrarse con los amables vecinos: Marge, un pandroso local…

…el sujeto de la tienda de cómics…

…el jefe Gorgory…

… y por supuesto, el dueño del changarro.

Sí, el mismo:

La mercancía del lugar, la de siempre: Souvenirs de los vecinillos…

...latas de Buzz Cola, la chispeante y popular bebida...

…rosquillas, el alimento oficial del ágil cuerpo de policía…

…y por supuesto, las salchichas para los jochos (encuentre usted la proverbial salchicha con pelos).

También encuentra usted el refri con hielos. Nomás tenga precaución, puede encontrar algo más:

Y ya entre cuates, pues ahí anda también el cliente habitual, en la actitud habitual…

…en la sección de frutas y verduras.

El changarro es tan popular que las personalidades que han pasado por aquí, dejan su firma:


No lo pude resistir: tuve que convertirme en uno de ellos.
Bueno, ya. La verdad es que fui a pedir chamba…

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Los Simpson estrena en EU el próximo viernes!!! Estamos contentos.

lunes, julio 23, 2007

Recado azul y oro

Al tiempo que el mundo entero enloquecía con esa cosa de las nuevas siete maravillas etcétera, en los mismos días, la hermosa Ciudad Universitaria de la UNAM fue declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad.


Fachada del Estadio Olímpico México 68, hogar de los Pumas

Hace unos días leí un excelente artículo del maestro Miguel Ángel Granados Chapa, en el cual se refiere a este asunto, particularmente a las diferentes reacciones ante ambos acontecimientos.

“El presidente Felipe Calderón, como muestra de los móviles vitales que lo animan, reaccionó de modo diverso ante los dos hechos: con entusiasmo casi infantil frente la inclusión de Chichén Itzá en una improbable lista de nuevas maravillas del mundo; y con un silencio que se diría rencoroso frente a la calificación de la Ciudad Universitaria de la UNAM como parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad. (…) Como si fuera asunto propio, el gobierno y empresas mexicanas promovieron la votación a favor de Chichén Itzá”, dice Granados Chapa; pero la UNESCO se deslindó del proyecto de las New 7 Wonders “por su banalidad y mercantilismo”.

Continúa el artículo: “En varios sentidos, el reconocimiento de la CU de la UNAM como porción integrante del Patrimonio Cultural de la Humanidad por decisión de la UNESCO tiene mucho mayor relevancia y solidez que la votación que hizo maravillosa a Chichén Itzá. Y sin embargo, nadie en el gobierno federal, ni Calderón mismo pareció enterarse. Ni una felicitación ha sido cursada a las autoridades universitarias”.


Jacarandas junto a la Biblioteca Central

Yo crecí en la Ciudad Universitaria. La casa de mi abuela, que es donde viví mi infancia y mi juventud, está frente a la entrada principal de CU.



Así que en CU aprendí a andar en bici y a patinar, ahí me iba dizque a correr en las mañanas con mi primer novio y a besuquearme con el segundo y con los que siguieron. Estando bien chavita la gran aventura era lanzarse a ver el entrenamiento de los Pumas, antes de que Hugo se fuera a España. Cada que se podía me lanzaba con mi banda a los partidos en el estadio, literalmente a dos cuadras de mi casa; pero también recorríamos los túneles y la bajadita de la entrada los domingos temprano, andando en bicicleta.

Cuando me tocó escoger universidad, mi vocación me llevó a elegir la UAM-Xochimilco, pero una parte de mi corazón siempre ha estado en CU. Cuando salía de la UAM tomaba el pesero que llegaba al metro CU y de ahí atravesaba caminando por Veterinaria, por los institutos y salía enfrente de Las Islas para llegar hasta Copilco, todas las tardes. A veces le caía a las papas fritas de Filosofía o a las quesadillas de Psicología.


Ya como adulta, en CU aprendí a manejar, patiné con mi hijo, vi un chorro de películas independientes; de la Biblioteca Central salieron gran parte de los libros que leí durante la carrera y en el CCU me eché ciclos completos de cine, a veces con cuates y a veces solapa. Una vez me eché toda una tarde llorando en el Espacio Escultórico, cuando salí a Insurgentes a tomar el pesero llevaba los ojos todos hinchados.




Espacio Escultórico

Me resulta lógico que algunos no le puedan rendir homenaje a CU; para hacerlo hay que haberla sentido, tener la humildad de reconocer lo que es más grande que nosotros, lo que nos alimenta más allá de la inmediatez.

Hace unos meses estuve en la Ciudad de México y en una de esas extrañas ocasiones en las que tuve un día libre, en una tarde nubladona, me lancé a mi CU a tomar fotos. En este recado les comparto algunas de ellas (háganles click, véanlas más grandes) como parte de mi homenaje personal no sólo a la UNAM, la sólida institución que por siglos ha sido la mejor escuela de América Latina, sino a la Ciudad Universitaria, el Monumento Artístico de la Nación que por más de medio siglo, entre el caos que es nuestra ciudad, ha sido un oasis de razón, de conocimiento y de luz.


Mural de David Alfaro Siqueiros sobre la fachada de Rectoría




Rectoría




Mural de Juan O'Gorman en la fachada del edificio de la Biblioteca Central


Escalinata del estadio olímpico




Dos modelos de "Pumabús"

“¿Cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer? Si mi corazón azul es, y mi piel dorada, siempre te querré”.