Una de las grandes sorpresas que me ha dado este blog, son los otros blogueros. Después de un año de estar metida en este maldito vicio, ha sido muy loco para mí descubrir cuánto en común empieza uno a tener con gente tan diferente, por el simple hecho de que te leen y los lees. Porque sabes que los otros, cuando son blogueros más o menos constantes y cuando sus blogs comienzan a tener una identidad, pasan por las mismas que tú: piensan en el tema o a veces simplemente aparece la idea, plop, de la nada, pero en cualquiera de los casos lo que viene es una necesidad de compartir lo visto, o lo sentido, o lo vivido. Cuando ya te has hecho de tu hábitat bloguero, cuando sabes más o menos quiénes te leen, incluso empiezas a identificar los temas que más podrían interesarle a la banda, y por ahí le das. Claro que otras veces te vale madre y la verdad es que posteas sólo para ti. La gran mayoría, al menos de los que leo, tienden al perfeccionismo: buscan la imagen correcta, la palabra precisa, algunos hasta cuidan en extremo la ortografía.
Después de un rato de leer y ser leído, uno empieza a hacer vínculos. Te enteras de probaditas de la vida personal de los otros, por mucho que no quieras. Y si el vínculo es real, te alegras con los triunfos y te encabronas cuando al otro le va mal, y lloras con el que anda herido.
Esa ha sido la sorpresa para mí. Que siendo todos perfectos desconocidos, me haya causado expectación la presentación de la tesina de Tazy en España, me haya dado gusto cuando Ocelote ganó un concurso en la Septién, haya celebrado junto con el mío el cumpleaños de Carmen o me haya preocupado la larga ausencia del Sirako. Nada de eso tiene que ver sólo con la actividad bloguera; es una dimensión humana que se ha logrado filtrar en nuestra relación de imágenes y letras, y que al menos a mí empieza a darme un sentido de pertenencia muy chingón.
Esa ha sido la sorpresa para mí. Que siendo todos perfectos desconocidos, me haya causado expectación la presentación de la tesina de Tazy en España, me haya dado gusto cuando Ocelote ganó un concurso en la Septién, haya celebrado junto con el mío el cumpleaños de Carmen o me haya preocupado la larga ausencia del Sirako. Nada de eso tiene que ver sólo con la actividad bloguera; es una dimensión humana que se ha logrado filtrar en nuestra relación de imágenes y letras, y que al menos a mí empieza a darme un sentido de pertenencia muy chingón.
Todo el rollo anterior es porque hoy leí el post de Blas en Record-ando. Atropellaron a Oli, su esposa. Cuando lo leí, en verdad me dolió. Me dio rabia con el tipo ebrio que iba manejando, sentí la angustia y la impotencia de Blas y su familia, y bien sinceramente deseé que pronto pase el momento gacho para ellos. No conozco a Blas en persona, ni siquiera hemos hablado por teléfono alguna vez. Él vive en Puebla, yo viví siempre en la Ciudad de México y hoy vivo en Los Ángeles. Lo único que nos une, en apariencia, son unos comentarios de él en mi blog y viceversa. Y sin embargo, neto me dolió.
La foto que Blas subió a su blog, de él y su familia, se titula “nosotros”. De ahí saqué el nombre de este recado: sé que los blogueros de este rinconcito de la blogósfera estarán sintiendo lo mismo que yo, y sé que se sumarán al abrazo colectivo y cibernético para Blas, pues porque cuando más lejos está uno, más fuerte se siente. Y porque bien que mal, post a post, aquí andamos construyendo un “nosotros”.