viernes, mayo 14, 2004

Recado de migrantes


Charlotte, Norcarolina
Fuimos a Charlotte, que está en Carolina del Norte, a la cual los mexicanos de allá le dicen "Norcarolina" (y por supuesto, a Carolina del Sur, "Surcarolina"). Nuestra otra chamba para Clío fue para un programa que están haciendo sobre migración. El realizador entrevistó a un viejito en México que vino a Estados Unidos cuando estaba vigente el Programa Bracero, no le fue muy bien y se regresó a su pueblo. Pero resulta que ahora los hijos y los nietos viven en Charlotte, en Carolina del Norte, que esta cerca de la costa este, y el realizador se lanzó a entrevistar a la familia; nos contrataron y pues para allá nos fuimos.

El viaje de ida fue interesantísimo. Salimos de Los Ángeles; entonces cuando despegas se va viendo la masa inmeeeeeeensa que esta ciudad con su área conurbada, extendida, con un centro -downtonwn- que resulta majestuoso por los enooormes edificios que se yerguen entre la planicie de casas y casas. Hicimos un cambio de avión en Atlanta, y el paisaje es el mismo, pero mas chiquito: una ciudad extendida, mediana, con un mediano centro de edificios majestuosos. Y de ahí a Charlotte, e igual, pero mas chiquito: una ciudadcita con un centrito como con doce enormes edificios, y ya. Fue muy chistoso ver el mismo paisaje reduciéndose (la experiencia, muy parecida a lo que nos ha ocurrido con nuestros ahorros en el banco).

La ciudad es hermosa. Estos edificios del centro, supermodernísimos, con una arquitectura que recuerda a las películas de Batman, están rodeados por algunas otras construcciones más antiguas, con alguna influencia francesa, misma que se percibe por toda la ciudad. El resto del lugar es bosque con manchas de agua aquí y allá; en los suburbios las construcciones son casitas con techo de dos aguas entre el bosque, alrededor de lagos con patos y todo, un poco como en aquella película que en español se llamo "Los años dorados".

Las personas a las que íbamos a entrevistar nos recibieron superamables. Son personas de origen muy humilde, que gracias un primer pariente que vino y fue jalando a los demás (igual que lo que ocurre en otras ciudades de Estados Unidos) trabajan para empresas constructoras haciendo instalaciones eléctricas. Tienen una excelente calidad de vida, a años luz de su realidad en México. Por poner un ejemplo: nos pusieron un video de una fiesta familiar en su pueblo, en donde se ve a la mamá de esa familia en la cocina de un jacalito construido con tablas por en medio de las cuales se filtra la luz, y piso de tierra. Mientras veíamos el video, la señora, ahora en Charlotte, metía los platos de la comida a la lavavajillas y limpiaba su horno de microondas. Y no lleva aquí ni dos años. Sus hijos tienen auto propio, viven en casitas como las que describí antes y ganan en un día lo que en México ganarían en más de una semana. Pero todos, menos la hija, aseguran que algún día van a regresar a su pueblo, Nepantla. El papá de la familia incluso ya construyó una super casa allá, que ya está terminada y vacía. Su hijo, que vino hace cinco años, no ha regresado en todo este tiempo, así que paga para que una persona del pueblo vaya una vez al mes a encender su precioso auto rojo, que se quedó bajo una capota esperándolo.

El primer día que estuvimos con ellos se me ocurrió decir que desde que estoy acá se me antojan mucho los chiles rellenos; al día siguiente la señora nos hizo unos, y ya sé que esto es un clichesazo, pero ¡¡cómo se parece la felicidad a unos chiles rellenos!!

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