miércoles, agosto 23, 2006

Recado paranoico


Ahora sí la hicieron buena.
Hoy tuve que volar del aeropuerto de Los Ángeles a Phoenix, para de ahí cambiar de avión rumbo a Puerto Vallarta (y de ahí tomar un guajolojet a San Blas, Nayarit, pero eso ya no es asunto de este recado).

El caso es que como hace un par de semanas se desmanteló un supuesto plan perverso para hacer estallar muchos aviones en muchos pedacitos, todos saliendo de Gran Bretaña a Estados Unidos, el paranoiómetro de este país volvió a entrar en los niveles del absurdo. La nueva nueva: todos los líquidos y geles del mundo son altamente peligrosos, potencialmente explosivos e indudablemente estás vinculado con Al Quaeda si pretendes introducir uno de ellos en la cabina de un avión.

Entonces ahí tenías las imágenes de gente que, además de llevar decenas de peligrosas sustancias en el equipaje, es muy mala empacando, así que tenían que arrodillarse a medio aeropuerto para abrir una maleta que se les despanzurraba toda y entonces empezaban a revolverla para sacar la pasta de dientes, la crema de la celulitis, la de noche, la de día, la del cuello, el repelente para mosquitos, el bloqueador solar, el enjuague bucal, el champú, el acondicionador, el gel para el pelo, el esmalte de uñas, la pomada para las reumas, el perfume carísimo que les regalaron en navidad y sabe Dios cuántas cosas más.

Unos días después lo escuchaba de viva vivencia de mi amiga Pilar: justo el día en que se les ocurre anunciar que el bien había vencido al mal una vez más, y que el plan se había desarticulado, ella tenía que volar a Chicago. Vio las imágenes que describo arriba, empezó a sacar sus propias cremas y menjurges de su maleta, y entonces se dio cuenta de que era ridículo y canceló su vuelo.

Ella publicó una columna sobre el tema y días después platicábamos sobre esto: ellos (los flamantes gobiernos) no descubrieron ayer que existen explosivos en forma líquida y en gel; si verdaderamente constituyen un peligro, entonces debieron haberlos prohibido hace mucho tiempo. Pero la medida se aplica rigurosamente unos días, y un poquito después ya no. El día del anuncio no podías llevar líquidos en ningún tipo de equipaje. Hoy sólo te lo prohíben en el equipaje de mano. Y dentro de unos meses estarán permitidos otra vez en todos lados, como si la amenaza se hubiera esfumado, como si no hubiera mil planes más urdiéndose en contra del imperio, como si Al Quaeda no tuviera la virtud de la paciencia y de saber esperar mientras ve al enemigo persiguiéndose la cola.

Yo personalmente pienso que cada semana se deben descubrir planes como éste, o mejores, o más sofisticados, para meterle un susto al Tío Sam. Pero la gracia de los gobiernos es que saben administrar la información para hacerla pública justo cuando es necesario. Tal vez en esta ocasión había que reforzar el miedo y la paranoia y la imagen del enemigo de turbante que es malomalomuymalo para justificar la invasión a Líbano. No lo sé.

El caso es que por todo lo anterior, tuve que ser cuidadosa al empacar. No más líquidos ni geles ni sustancias de alto riesgo de las necesarias. El champú lo puedo comprar en México, es el mismo que aquí. Busqué una pasta de dientes chiquita, una botellititita para mi acondicionador del pelo, dejé la crema de noche y nomás me llevé la de día. Dudé con el rimmel, pero concluí que es "geloso" y mejor lo dejé. También dejé unas cápsulas con vitaminas que estoy tomando porque el frasco dice "gelcaps"; gel, uy, la palabra mala. Del perfume ni hablamos: mejor apestosa que terrorista.

Todo lo que sí me traje lo metí en una sola bolsita, y la bolsita en un apartado exterior de mi maleta, de manera que si había otra alarma terrorista y todos teníamos que aventar repentinamente nuestos líquidos geles a un tiradero de desechos tóxicos, yo evitaría verme como los malos empacadores con la maleta despanzurrada: nomás abría mi cierre, sacaba la bolsita, y ahí se iban todos los planes perversos del eje del mal.

Total, documenté la maleta mil horas antes del vuelo, porque en épocas de paranoia la consigna es llegar con más anticipación al aeropuerto. Mientras esperaba la hora de abordar fui por un café; me entró la duda de si ese líquido contaba o no, tal vez tendrían un detector de líquidos y me vería forzada a acelerar el proceso de eliminación de fluidos de mi cuerpo antes de subir al avión.

Ya iba muy segura al punto de revisión cuando una grabación me recordó que verificara que en TODO mi equipaje de mano no hubiera líquidos ni geles. Ahí voy, por no dejar. AJAJÁ!! Un amenazante brillito de labios de seis centímetros que llevaba en mi mochila ES GELOSO. Justo a tiempo para dejarlo en tierra y subir a los cielos sin riesgo de explosión. Fiu.

Pasé la revisión exitosamente y ahí voy a la sala de abordar. Me dio sed. Pues no. O te compras una botella de agua que te zampas en ese instante, o te la compras y tiras la mitad, porque –¿qué no entiendes, Eileen?, habrán pensado los que me veían en las camaritas de seguridad- NO PUEDES SUBIR LÍQUIDOS AL AVIÓN, ni aunque los hayas comprado en el aeropuerto. O sea que a tí te catean por todos lados, pero NO revisan lo que venden en sus instalaciones. O sea que hemos eliminado el peligro de que explote el avión, pero AÚN puede explotar el aeropuerto entero. Me dio prisa por subirme al avión.

Cuando llegué a Phoenix y entré al baño, una mujer se veía en el espejo con cara de sufro. Cuando la vi descubrí por qué. Le dio una alergia por comer quién sabe qué cosa, y traía un montón de ronchas y cosas raras en la cara. Iba a Nueva York a ver a su novio, y resulta que los paladines del bien le habían quitado su maquillaje LÍQUIDO antes de subir al avión. Creo que estaba culpando a Al Quaeda de su posible soltería el resto de su vida.

Ya en el segundo vuelo, un sobrecargo amable y sonriente nos ofreció algo de tomar: ¿agua, coca, sprite, te, café? Una chica a dos asientos de mí sólo pidió un vaso con hielos. Total, el hielo es sólido, ¿o no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay Chilangelina...Truax...es todo tan absurdo. Lo peor, somos peones en este puto juego de ajedrez macabro.