Porque no una, mil, son las que se merece el maestro Miguel Ángel Granados Chapa.
Mucha tinta ha corrido en estos días hablando de nuestro Granados Chapa, quien hoy recibió la medalla Belisario Domínguez, reconocimiento que da el Senado –a nombre de todos los mexicanos- a aquellos que “representan el valor y la eficacia de la palabra concebida como instrumento de la libertad”.
Si “guglean” su nombre les aparecerán los datos más o menos sabidos: fue subdirector editorial de Excélsior en la era Scherer; fundador de Proceso; jefe de noticieros de Canal 11; director de Radio Educación y de La Jornada, entre otros cargos. Es el autor de la columna Plaza Pública desde hace más de 30 años; ha ganado el premio Manuel Buendía y tres premios nacionales de periodismo, y es uno de los periodistas políticos más respetados del país por su integridad y honestidad.
Sin embargo me permito en espacio compartir mi percepción personal sobre Granados Chapa. La primera vez que lo vi me sorprendió que fuera tan bajito. Era 1997 y yo me iniciaba en el reporteo político, cubriendo la Cámara de Diputados. Parado en una esquina del salón de sesiones del Congreso, observaba detenidamente el debate; pero sobre todo, el movimiento en el salón: quién se sentaba con quién, quién platicaba con quien. No hablaba con ninguno de los otros reporteros y no tomaba notas.
Con el paso de los meses me enteré de cómo funcionaba el asunto en la Cámara. Los reporteros, los que hacen la nota diaria, estaban ahí todos los días, obviamente. Pero también había otro tipo de reporteros, a los que algunos despectivamente llamaban “informantes” u “orejas”. Estos son jóvenes –y a veces no tan jóvenes- periodistas que son contratados por los periodistas consolidados, generalmente los que escriben columnas políticas. Éstos le pagan a los “informantes” para que estén presentes en las sesiones del Congreso y tomen nota de lo que ahí se discute y de los detalles para, con esa información, escribir sus columnas. Es decir, en general, el columnista político que habla de lo que ocurre en San Lázaro puede tener meses sin pararse por el lugar. Es una práctica común y aceptada.
Sin embargo no es el caso de Granados Chapa. Cubrí San Lázaro de 1997 a 2003, y en todo ese tiempo, siempre había un momento en la semana en el que el maestro aparecía en una esquina del salón, con su barba de candado bien recortadita, callado, sin saludar a nadie. Luego, supongo, se iba a escribir.
Nunca se me ha olvidado la lección. Granados Chapa, tan grande él, nunca se ha sentido lo suficientemente “importante” ni ha estado demasiado ocupado como para dejar de ser periodista; sigue metiendo los pies en el agua, porque sólo así uno puede saber si de veras está caliente. El hombre que ha denunciado desde su columna lo mismo el fraude del Fobaproa que el fraude electoral, lo mismo la impunidad en el caso Lydia Cacho que el mayoriteo en el Congreso, sabe que el escritor, cuando es periodista, es doblemente escritor. Y con esa sabiduría, ha convertido a la palabra en un instrumento de libertad.
13 comentarios:
Muy de acuerdo, querida Chila.
Cuando estudiaba la licenciatura en la UAM, allá por 1982, fui a una clase de mi prima que también estudiaba comunicación, pero en la UNAM. Se inscribió a su materia de periodismo cuyo maestro titular era Miguel Ángel.
En ese entonces ya era famoso y estaba en camino de convertirse en uno de los grandes periodistas de México.
Éramos tantos, entre alumnos regulares e invitados como yo, que la clase se programó en una auditorio como para 200 personas. Estaba atiborrado hasta los pasillos en esa que sería la primera sesión del semestre.
De pronto entró un señor y todos nos callamos. Pensé que ese era Granados Chapa, pero resultó un chalán que comenzó a dar clase "porque el maestro no pudo venir".
Luego supe que sólo fue una vez a clase en todo el curso.
En ese entonces pensé que era una vedet, pero después comprendí que desde antes, para él, era más importante ser periodista, que enseñar a otros a serlo. La profesión (en el estricto sentido del término), mandaba.
Y al tiempo, después de ver su trabajo en todos estos años, me alegro que haya sido así.
Bueno ya. Te dejo un beso.
Con tantos periodistas malísimos, tanta corrupción, tanto cinismo, tanta falta de integridad, tanta flojera, tanta falta de profesionalismo, ésta es la clase de periodistas que me hacen seguir considerando tu profesión como sagrada.
Habiendo tantos "periodistas" que no merecen tal calificativo, es muy agradable ver que uno de los pocos que dignifican la profesión reciba el reconocimiento que se merece.
Me sumo a las felicitaciones, cómo no.
Saludos.
Lo que me cae bien de los bajitos es que siempre les sale al quite la frase de que la grandeza no se mide de el suelo a la cabeza, sino de la cabeza al cielo.
Valiosas voces como esas que nos permiten seguir adelante y no mantienen calladas sus conciencias.
Irónico que el premio lo haya entregado FCH.
Yo lo leia en el Proceso, ahora ya no, pero felicidades! y a ti abrazos muchos.
Yo de grande quiero ser bajito. O periodista.
Hace algunos meses, en una de las discusiones acerca de la reforma a la Lesy de medios, en el Club de periodistas, vi al maestro Granados Chapa. Tal como lo describes: observador, discreto, atento. Una gran persona.
Juroque no había visto este post, pido disculpas.
Ahora tengo que reocnocer algo: a pesar de su gran nivel (no su estatura) la verdad yo lo tengoq eu leer por partes porque sí me parece medio pesadón en su escritura. Es cansado. No le quito lo grande, sólo digo que escribe medio pesado.
Blas, uy, me hiciste sentir lo que muchos sintieron con mi post de AMLO en Mundo Abierto; pero coincido contigo: ganamos un periodista y, honestamente, el maestro que anda afuera siempre lo es más que el que anda adentro; que ni qué.
Jair, más que sagrada, necesaria cuando se ejerce de manera correcta; ojalá los nuevos periodistas se dieran cuenta de eso, de que su labor no es un lujo para la sociedad, es una necesidad.
Andrés, de acuerdo.
Beto, y en este caso aplica, ey. Ahora, el problema es que tu estás alto, oye... pero eres chido, me consta.
Garash, pues tan irónico como que el tipo esté fungiendo como presidente constitucional. Por eso enfatizo el hecho de que el premio lo entrega el gobierno, pero lo otorgan los mexicanos.
Pillo, pues sígalo buscando, que para eso hay internet. Besos!
Ruga, pos por lo que vi, creo te veremos en las aulas de periodismo...
Hikari, que suerte tuviste.
Tazyta, neeeel, la neta es que no es denso. Leer a otros que piensan que el enredijo verbal los hace más intelectuales, eso sí es tortura.
Saludos, bandera.
Paso a ser el frijol en el arroz, concuerdo con tazy pero voy más allá: Granados Chapa escribe para aburrir, es increíble que lleve más de 30 años escribiendo Plaza pública y que su estilo continúe siendo tan soporífero; habrá sido un periodista informado en cierta etapa de su vida pero actualmente se dedica a mezclar la lactosa, la glucosa y la melcocha de diversos diario y a raíz de ello hace sus análisis; y la verdad, después de haber aceptado la candidatura del PRD, no lo juzgo por ser perredista pero sí por ser parcial.
Que poema le escribiste a Granados Chapa, ¿seguro no es de tu familia? Sino es así ¡Felicidades! a él y a ti, que lo acabas de redescubrir para algunos de tus lectores...
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