lunes, diciembre 25, 2006

Recado navideño

Debo empezar por decir que a mí no me gusta la Navidad. Siempre me ha parecido una fecha más bien tristona y prefabricada, en la que la gran mayoría de la gente olvida lo que se supone que celebra y se comporta salvajemente en las calles, y agrede a los demás por las prisas y las carreras para llegar con su familia a pasar una noche de paz y a repartir regalos que muchas veces compraron en una barata y que en ocasiones dan por obligación. Pienso que es más congruente tratar de vivir en armonía con los demás y con uno mismo todo el año, que enloquecer y cantar y llorar y ser cursi un solo día.
Hecha la aclaración procedo a explicar la razón de este recado.

Resulta que este 25 de diciembre me tocó trabajar, y tuve la suerte ir a cubrir un evento lindísimo: una pareja homeless eligió este día para casarse, ante decenas de otros homeless, medio descuidadones unos, más arregladitos por la fecha otros, que se formaban para recibir una comida de Navidad.

Los Ángeles es la capital estadounidense de los homeless. Casi 90 mil de ellos deambulan por las calles de esta ciudad abandonados, sin un lugar donde dormir y buscando qué comer. Muchos de ellos van empujando carritos de supermercado, como los que se ven en las películas, en los que van recogiendo cosas que se convierten en su patrimonio.
Si bien algunos de ellos ya son viejos y vagan porque la familia los ha abandonado, porque no tienen a dónde ir o por padecer algún tipo de demencia senil, también hay otros muy jóvenes, relativamente saludables, que desperdician sus años productivos caminando por la ciudad con la miseria humana a cuestas. Algunos son veteranos de guerra lisiados físicamente o con algún trastorno mental producto de los meses en el campo de batalla, que no logran reincorporarse a la vida "normal".

Como el problema es grande, abundan los intentos para solucionarlo. Una de las muchas organizaciones que se ha dedicado a ello es la fundación "Food on Foot" (algo así como "Alimentos en Marcha"), que se dedica a promover la cultura del trabajo entre los homeless en lugar de la cultura del asistencialismo. Así, si un homeless desea recibir comida, debe trabajar un par un par de horas en las actividades de la fundación, por ejemplo, recolectando basura. Por dos horas de trabajo, la persona recibe 10 dólares en vales de comida. Algunos acuden al programa una vez a la semana, otros de plano lo hacen diario. Y a quienes muestran responsabilidad y constancia, se les da otro tipo de apoyo. Por ejemplo, a Kim y Ken.

Después de seis años de conocerse, Kim y Ken, ambos menores de 40 años, enfrentaron una serie de problemas de pareja y personales que los llevaron a vivir en la calle y a sentir que sus vidas ya no tenían sentido. El problema se agravó porque Kim es mamá de 2 niñas, una de 9 y otra de 11 años. Afortunadamente un día Ken encontró a esta fundación, trabajó un día, luego dos, y luego llevó a Kim y juntos empezaron a trabajar diario. Tres semanas después de acudir constantemente, los consejeros que trabajan de manera voluntaria en el programa decidieron dar el siguiente paso y los llevaron a vivir a un hotel en donde suelen alojar a aquellos homeless que desean dar un cambio a su vida.
Dos meses más tarde, Ken ha conseguido un empleo como guardia de seguridad y Kim está buscando trabajar como asistente contable, trabajo que ha desempeñado antes. Cuando lo logre, Food on Foot les facilitará un apartamento, les dará comida y les proveerá de los servicios básicos sin costo alguno. Es probable que tres meses más tarde la pareja esté lista para mudarse a su propio apartamento.
La historia es linda porque entre todos los homeless que hoy acudieron a recibir una comida de Navidad –después de sus dos horas de trabajo-, muchos de los cuales nunca logran salir del ciclo vicioso que se vuelve la vida en la calle, Kim y Ken hoy enviaron un mensaje de esperanza. Eligieron ese lugar para casarse, así, rodeados de otros homeless como lo eran ellos hace unas semanas. Él se puso un traje con una rosa amarilla en la solapa; ella se puso un vestido dorado, como de princesa. Sus hijas, con vestidos de terciopelo, entregaron a su mamá. Hace mucho tiempo que yo no veía tanto amor en una familia.

Una ministra ofició la misa y entre las lágrimas de los voluntarios presentes y de muchos homeless que conocían a la pareja, les recordó que el matrimonio implica estar juntos en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza. Pero ellos ya lo saben; han sufrido juntos y ahora se han dado una oportunidad de ser felices juntos también.

Food on Foot les dio un regalo de bodas: cupones por 150 dólares para ir a cenar y una tarjeta de regalo para ir al cine. Cine y cena para dos que hasta hace poco no tenían nada, y que en el día en que la tradición cristiana celebra el nacimiento de Jesucristo, quien trajo esperanza al mundo, encontraron la manera de salir del fondo de una espiral y construir su propia esperanza.

Entre todos los renos y santacloses que abundan en esta ciudad, esta me pareció la más linda y honesta imagen de la Navidad.

*Las fotos se deben a los ojos de Diego

4 comentarios:

Anónimo dijo...

HONESTA DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS, me gustó mucho leerla, me sentí una guerrillera navidena ciber, pero de teclado.
Me emocinó mucho tu crónica, las hijas, el amor y la sonrisa de ambos.
" LA VIDA VOLVIÓ A COBRAR SENTIDO".

Vaya, vaya, tú eres una mujer que no pierde su tiempo, en el delirio navideño ni la resaca post.Súper.
Besos Chilanda,
Cyrana

Anónimo dijo...

I wanna be homeless! Les quedó bien chingón el reportaje, espero que haya video, aplausos, muchos aplausos y qué chido es poder darle voz a los desposeidos, creo que es el nivel de comunicación más cabrón al que podemos aspirar los comunicólogos sociales. De nuevo clap, clap, clap.

Chilangelina dijo...

Gracias Cyrana por la visita y los besos. Yo he disfrutado mucho tambien tus posts navideños. Cuantas maneras para ver lo mismo, segun como nos va tratando la vida...
Enrico, gracias por los aplausos. Desafortunadamente no hay video, supimos del evento y apenas nos dio tiempo de ponernos los zapatos y salir corriendo. Pero en esta ciudad, al igual que en la de Mexico, siempre pasan cosas asi... la cosa es estar ahi con los ojos puestos.

Adolfo RN dijo...

Está buenísimo este post. En serio que me dejó todo conmovido, snif... y aplaudo la existencia de organismos como el que mencionas. ¡Bravo Bravo!