Como mencioné en el mensaje anterior, hace dos semanas estuve en Oaxaca. Apenas se pone un pie fuera de la terminal de autobuses y ahí están: seis policías federales comprando gelatinas, champurrado y tamales. Por la esquina pasan tres camionetas patrullando, dos de la Policía Federal Preventiva (PFP), una de la policía ministerial. La gente apura el paso.
Son las seis de la mañana en esta ciudad que, según el gobernador Ulises Ruiz, desde hace más de un mes volvió a la normalidad gracias al ingreso de la PFP para desmantelar las barricadas instaladas por los integrantes de la APPO. Pero para quien ha visto Oaxaca en su plenitud, es obvio que hoy está lejos, muy lejos de vivir en la normalidad.
El conflicto en Oaxaca se inició en abril con la movilización de los maestros de la entidad que solicitaban un ajuste salarial y otras demandas de tipo laboral. Pero a diferencia de los gobernadores que lo antecedieron, Ulises Ruiz rechazó la negociación con el magisterio y, en lugar de ello, el 14 de junio decidió reprimir con la fuerza pública una manifestación en el centro de Oaxaca, en la que murieron dos profesores.
Ésta fue la gota que derramó el vaso. Habiendo llegado al gobierno bajo la sospecha de fraude electoral, durante su primer año de gestión Ruiz acumuló numerosas acusaciones de persecución y represión en las comunidades que desde el principio se opusieron a su gobierno. Organizaciones de defensa de derechos humanos, ciudadanos organizados, sindicatos, agrupaciones políticas e incluso religiosas se sumaron al movimiento de los maestros bajo una sola consigna: la renuncia del gobernador Ulises Ruiz.
Han pasado casi siete meses y aunque los maestros aceptaron regresar a clases —a pesar de que sus demandas no han sido respondidas— la situación en Oaxaca dista mucho de estar bajo control. Pero Ruiz se esfuerza por demostrar al país y al mundo que Oaxaca está en calma. En calma aunque el gobierno estadounidense sigue advirtiendo a sus ciudadanos que no viajen a la entidad. En calma aunque los negocios locales tengan pérdidas millonarias porque la gente local no se atreve a salir de sus casas. En calma aunque yendo por la carretera haya retenes improvisados en los que la policía revisa y catea y detiene a cualquiera que le parezca sospechoso, lo que hace que la gente evite moverse de un pueblo al otro. En calma cuando el propio gobernador tuvo que mudar su oficina de gobierno fuera de la ciudad para despachar, porque durante seis meses no pudo entrar al centro de la ciudad, donde se encuentra la sede de gobierno, ni siquiera cuando ya había entrado la PFP a la capital.
Han pasado casi siete meses y aunque los maestros aceptaron regresar a clases —a pesar de que sus demandas no han sido respondidas— la situación en Oaxaca dista mucho de estar bajo control. Pero Ruiz se esfuerza por demostrar al país y al mundo que Oaxaca está en calma. En calma aunque el gobierno estadounidense sigue advirtiendo a sus ciudadanos que no viajen a la entidad. En calma aunque los negocios locales tengan pérdidas millonarias porque la gente local no se atreve a salir de sus casas. En calma aunque yendo por la carretera haya retenes improvisados en los que la policía revisa y catea y detiene a cualquiera que le parezca sospechoso, lo que hace que la gente evite moverse de un pueblo al otro. En calma cuando el propio gobernador tuvo que mudar su oficina de gobierno fuera de la ciudad para despachar, porque durante seis meses no pudo entrar al centro de la ciudad, donde se encuentra la sede de gobierno, ni siquiera cuando ya había entrado la PFP a la capital.
"La PFP tenía tres objetivos básicos y un mes después de su ingreso no han podido cumplirlos", me dijo Aurelio Maceda, coordinador regional del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales, el 24 de noviembre, un día antes de la marcha organizada por la APPO que terminó en el enfrentamiento con la PFP que dejó varios edificios y automóviles quemados, decenas de heridos y desaparecidos, y cientos de detenidos.
El primer objetivo era levantar las barricadas, pero la de Cinco Señores seguía en su lugar. El segundo objetivo era patrullar la ciudad para que la gente volviera a hacer su vida normal, y el tercero era entregar la ciudad al presidente municipal y a Ulises Ruiz, pero ninguna de estas dos cosas ha ocurrido, ni siquiera ahora que se ha detenido a los líderes más visibles de la APPO. "Las cosas no les salieron como esperaban porque la gente sigue enojada", me dijo Aurelio.
El primer objetivo era levantar las barricadas, pero la de Cinco Señores seguía en su lugar. El segundo objetivo era patrullar la ciudad para que la gente volviera a hacer su vida normal, y el tercero era entregar la ciudad al presidente municipal y a Ulises Ruiz, pero ninguna de estas dos cosas ha ocurrido, ni siquiera ahora que se ha detenido a los líderes más visibles de la APPO. "Las cosas no les salieron como esperaban porque la gente sigue enojada", me dijo Aurelio.
Y no es para menos. En el lugar donde los simpatizantes de la APPO tenían montados sus campamentos, ahora acampan los policías de la PFP. Quien busque atravesar el zócalo de la ciudad tiene que hacerlo bajo la mirada inquisidora, intimidante de los uniformados, que tranquilamente se bolean los zapatos o entran a comer a los restaurantes, mientras el ciudadano ordinario apura el paso y evita quedarse en el sitio más tiempo del necesario. A mí me ocurrió. Con todo y mi gafete de prensa, y de que iba acompañada de Aurelio a plena luz de día, la mirada inquisitiva de los policías se me clavó en la espina dorsal. Traen una vibra mandada a hacer para la intimidación.
"Cuando estaban los profesores la gente les traía despensas", me contaba un taxista. "Luego se fueron los maestros y quedaron los de la APPO. Ahí yo vi que ya no toda la gente pasaba, sobre todo los hombres, porque a algunos nada más porque los veían feo les hacían algo, y ahí la única ley era la de la APPO. Pero ahora con la PFP nada ha cambiado; ahora las que tienen miedo de pasar por ahí son las mujeres".
El 25 de noviembre se realizó la marcha como respuesta a la declaracion de normalidad de Ulises Ruiz. A lo largo de los 12 kilómetros de recorrido iban llegando contingentes hasta sumar cerca de 15 mil personas. De las calles y las casas por donde atravesábamos salían personas que no se atreven a integrarse a la bola, pero que aplauden al paso de los que marchan. "¡Profesor, profesor!", gritaba una mujer agitando la mano al reconocer al maestro de su hija. "¡Estamos con usted!", y aplaudía y se entusiasmaba toda.
Algunos dirigentes iban boteando y la gente sí daba, de a cinco, 10, 20, hasta 50 pesos. Médicos y enfermeras voluntarios entregaban bolsas con agua a los que iban marchando, y cubrebocas y trapos empapados de vinagre, previendo que en el encuentro con la PFP les podía tocar una "gaseada", tal como ocurrió.
Durante la marcha, además de los contingentes identificados, se fueron sumando varios grupos de jóvenes entre los 12 y los 20 años con el rostro cubierto. Son grupos que se identifican como "anarcopunks", que poco o nada tienen que ver con el magisterio o con la exigencia de que renuncie Ulises Ruiz.
De acuerdo con la gente con la que platiqué, estos chavitos vienen de los barrios que rodean a la ciudad de Oaxaca formando un cinturón de miseria; algunos son niños de la calle y otros ni siquiera son de Oaxaca. Pero evidentemente todos han vivido una situación de marginación social que los lleva a buscar el enfrentamiento rabioso con la autoridad.
De acuerdo con la gente con la que platiqué, estos chavitos vienen de los barrios que rodean a la ciudad de Oaxaca formando un cinturón de miseria; algunos son niños de la calle y otros ni siquiera son de Oaxaca. Pero evidentemente todos han vivido una situación de marginación social que los lleva a buscar el enfrentamiento rabioso con la autoridad.
Al llegar al centro de la ciudad, y a pesar del llamado a manifestarse pacíficamente realizado por la dirigencia de la APPO, los jóvenes se volvieron incontenibles. Rompieron con picos el suelo de cantera de las calles y aventaron los pedazos a la tira, que para entonces ya estaba armada. Empezaron aventando canicas con resorteras, luego bombas molotov, y entre bomba y bomba, mentadas de madre a cada pefepé. Los policías sólo cierran los ojos y aprietan las mandíbulas; me cuesta trabajo creer que estén tan mal entrenados y se "calienten" tan rápido.
De pronto uno de ellos se paró solo a media calle, enfrente de la fila de pefepés armados, protegidos hasta las orejas, con los tanques detrás de ellos. El chavito se bajó el pantalón, se sacó los genitales y se los mostró. "Mientras tú estás aquí, yo voy a ir a tu casa y me voy a coger a tu madre, a tu hermana, a tu esposa, y van a tener hijos oaxaqueños", fue la frase retadora. El tipo no tenía más de 16 años.
Más allá del insulto, la escena me parece muy reveladora. A mí me dio un escalofrío; en ese momento, una provocación como esas fácilmente podía costarles la vida. ¿Qué ha pasado en este país para que un niño no tema a pararse enfrente de la policía armada para insultarla? Para mí, esa sola imagen merece que se lleve a juicio al gobierno local, al federal, al sistema mismo, porque esa es la acción desesperada de alguien con tal nivel de frustración que ya no tiene nada que perder.
Y dicen que el conflicto se resuelve encarcelando a Flavio Sosa.
Y dicen que el conflicto se resuelve encarcelando a Flavio Sosa.
Han pasado dos semanas de ese enfrentamiento y el gobierno de Oaxaca insiste en enviar señales de normalidad. Con desesperación busca que los noticieros transmitan imágenes de familias caminando por el zócalo y ha pedido que la PFP retire sus campamentos del centro de la ciudad. Pero mientras, en las afueras, en los pueblos, en los caminos, se sigue deteniendo a cualquiera que sea sospechoso de disentir con Ruiz.
"La mayoría del pueblo se identifica con el conflicto, pero tenemos que ser cuidadosos, porque nuestras organizaciones no tienen dinero para pagar la fianza si nos detienen", es lo último que me dijo Aurelio al despedirse. Hoy él, al igual que cientos de dirigentes comunitarios que no forman parte de la APPO, pero que han cuestionado las políticas de Ruiz, tiene dictada una orden de aprehensión.
"La mayoría del pueblo se identifica con el conflicto, pero tenemos que ser cuidadosos, porque nuestras organizaciones no tienen dinero para pagar la fianza si nos detienen", es lo último que me dijo Aurelio al despedirse. Hoy él, al igual que cientos de dirigentes comunitarios que no forman parte de la APPO, pero que han cuestionado las políticas de Ruiz, tiene dictada una orden de aprehensión.
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6 comentarios:
Es lamentable, querida Chila, lo que pasa en Oaxaca y en el país, no sé cuál, reflejo del otro.
Pero más lamentable es que nadie tenga la autoridad suficiente para arreglar las cosas. Y, desde luego, no hablo de repremir sino de ir al fondo de las cosas.
Encontrar las razones básicas de la situación no es muy difícil: pobreza, injusticia, racismo, discriminación, todas creadas, ninguna "natural".
No queda más que seguir denunciando, conversando, exponiendo, criticando, argumentando, para formar conciencias ciudadanas comprometidas con la igualdad, con la justa distribución de la riqueza (de todas las riquezas y de todos los tipos de riqueza), el respeto a la diferencia y la búsqueda de la igualdad en la dignidad humana. En estos espacios y en todos los demás a los que tengamos acceso.
Hay que seguir, Chila. Hay que seguir.
Saludos.
Claro que puedes enlazarme, para eso no hay que pedir permiso.
Gracias.
Hay que seguir Blas, lo digo tambien cada que entro a tu blog. Tal vez entre nosotros nos hacemos ilusiones precisamente para poder seguirle...
Lonjho, gracias, saludosy nos leemos.
Es terrible lo que sucede en México y muy particularmente en Oaxaca, pero, lo más terrible es el ver las señales que ha mandado en tan pocos días el gobierno espurio y usurpador.
Lógicamente en los medios se están aplaudiendo las medidas represoras y las cosméticas, como diciento que ya hay un cambio serio en favor de la seguridad en general.
La seguridad ni siquiera se verá mejorada, y la población voviremos al parecer una época de terror como en tiempos de Echeverría, espero que no se ponga tan pior, pero siendo que en tan pocos días que se ha desarrollado una ola represiva tan patente, me da mucho que pensar. y además, ¿esque la sociedad va a seguir de pasguata ante tanta arbitrariedad?
Muy interesante tu narracion de los hechos, de un punto de vista cercano, real y objetivo.
Felicidades por el blog.
Te visita un asiduo sacatrapero.
Saludos
el Deivid
Rafa, gracias por la visita. En efecto, yo tampoco veo buenas señales en el gobierno y si se ve una intencion de propagacion del miedo que puede facilitar las olas de represion. Ojala nos equivocaramos...
Deivd, pues sea usted muy bienvenido, espero tenerlo pronto por aca, gracias por venir.
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