jueves, septiembre 02, 2010

Recado sobre el día en el que algo cambió


1- Llevo 15 años ejerciendo el periodismo. En este tiempo me ha tocado ver de todo; a veces directamente, otras a través de la información que sin dar respiro llega a las redacciones. Sin embargo en esta ocasión algo se rompió: vi la foto de los cadáveres de los 72 migrantes asesinados en Tamaulipas y casi pude escuchar algo haciendo “track” en mi cabeza, algo que me desconectó. El dolor ya no se ubica en la boca del estómago, ni en el pecho, ni siquiera en el cuello o los hombros después de la jornada de trabajo; me conmuevo, pero el sentimiento no me lleva a las lágrimas; intento escribir pero no me sale. Por primera vez en 15 años me tardé una semana en escribir.

2- ¿Qué ocurrió en esta ocasión, qué fue diferente? Durante años hemos escuchado, leído visto estas notas de migrantes que mueren en el intento de cruzar: los tráilers y contenedores cargados de indocumentados que se quedan abandonados en un camino hasta que alguien los encuentra y rescata a los sobrevivientes al calor; las "casas de seguridad" en la frontera, en Tijuana, en Palomas, en Altar, donde los migrantes se consumen esperando a que el coyote venga por ellos previo pago realizado por un familiar; los centenares de hombres y mujeres asesinados en pleno desierto, o muertos bajo el rayo del sol, o congelados; aquellos que recibieron un disparo de un ranchero antiinmigrante o de un agente de la Border Patrol. Sin embargo esta vez algo golpeó a la sociedad mexicana –el “track” que escuché en mi cabeza, supongo yo. Desde acá, desde este lado de la frontera, trato de explicar lo que nos ocurre. Son 72; el verlos ahí, todos juntos, se vuelve un golpe a la conciencia. O será que no eran mexicanos y los asesinaron a sangre fría en México: de pronto nos golpea la responsabilidad con quienes sólo pasaban por ahí. O será que en esta ocasión se identificó claramente a los Zetas, el grupo criminal que ha sido autor de numerosas masacres, el nombre que parecía que nos estábamos acostumbrando a escuchar. O será la cercanía con la fecha del informe presidencial; o el llamado del presidente a que sigamos asumiendo una responsabilidad que no nos toca; o el miedo que cada vez está más cerca y la realidad que llama a la puerta.

3- Cada año mueren en promedio 400 migrantes tratando de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. Esa es la cifra oficial; algunas organizaciones estiman que el número real, entre los que mueren del lado mexicano, los que nunca se reportan y aquellos cuyos restos jamás se encuentran, podría llegar hasta los mil. Mil muertos que se sabe que lo son, tanto aquí como allá. Decenas de historias que todos los meses aparecen publicadas en revistas y periódicos. “La Bestia”, el tren que atraviesa el sur de México, en donde los inmigrantes centroamericanos tienen que defenderse de la rapiña en nuestro país. “La Ladrillera”, el cruce por el desierto de Sonora en donde los migrantes, cuando son hombres, saben que van a un asalto seguro, y al que las mujeres llegan preparadas con pastillas anticonceptivas bajo la certeza de una violación. Los casos de esclavitud reportados una y otra vez, de hombres y mujeres que al llegar al otro quedan a merced de alguien que los explota.

Los 72 migrantes muertos, asesinados a sangre fría, no son diferentes a todos los demás; en las estadísticas se suman a las otras decenas, a los centenares, a los números que nos acostumbramos a escuchar sin que algo nos suene en la cabeza. Sólo que esta vez, algo cambió.

4- He pensado que lo que ocurrió en esta ocasión es una suma de circunstancias que han terminado por transformar, no sólo la realidad, sino la forma en que la vemos. A quienes están en México, los oigo desesperanzados, iracundos, agraviados. A quienes están en Estados Unidos, aterrados por el destino de sus familias, impotentes porque los dólares que se mandan desde acá no garantizan la seguridad; incrédulos, porque la esperanza de regresar algún día a vivir una vida tranquila tras los años de trabajo extenuante, parece cada vez más lejana.

La realidad, la del México que los de aquí y los de allá conocemos, se colocó a 180 grados de sí misma y de pronto nos golpeó. Creo que no es que las cosas súbitamente hayan cambiado; creo que lo que cambió de golpe es la manera en la que la sociedad ha visto a estos migrantes. Finalmente, después de todos estos años, nos asomamos a ver a 72 personas asesinadas y aterrados por el reflejo, reconocimos en ellos nuestra propia imagen. Y yo me pregunto si ante esta nueva realidad, en verdad habrá llegado el momento de un cambio.


4 comentarios:

Gaviota_mx dijo...

Lamentablemente creo que después de unas semanas de indignación colectiva, la cosa quedará en el olvido, como las matanzas de Tlatelolco y Acteal o como el incendio en la Guardería ABC, y muchos mas tristes ejemplos...

Esquina Tijuana dijo...

Ayer platiqué con un guerrerense deportado y su historia [igual a la de miles] me condujo a la empatía, a tratar de situarme en su realidad de desprotección, riesgo, desesperación, incertidumbre, dolor, hambre, soledad...

Fue baleado por un border patrol en el 2004 y aún así dice que lo peor que viven lo migrantes está en México, en la policía corrupta que extorsiona y los regentea a otros criminales [no hablamos de las mujeres migrantes].

Cada vez estoy más segura que los migrantes vivos son como los sobrevivientes de guerra: baleados, mutilados, traumatizados, explotados, olvidados... [escribiré de eso]

Yo no pude ver la foto de los 72 asesinados, la tuve en mi pantalla y cerré los ojos.

Guapóloga dijo...

Yo no tengo palabras. Se me trabaron todas entre el estómago y la garganta.

Esta vez, querida amiga, no sé qué decir. Más bien, quisiera hacer algo, ¿pero qué?

tazy dijo...

está rebonito este post.